martes, 9 de agosto de 2011

Son los toreros los que provocan la reunión de lo rirreconciliable

Pepe López, torero del grandioso Michoacán con sello de ate moreliano, de aquel que le imprimera Carlos Septien al concepto del temple de Cagancho

EL VITO

En Nuestra reciente visita a México, confirmamos en las tertulias con profesionales y aficionados a la Fiesta que prevalece entre los mexicanos la avidez por la estética sobre la técnica. Un sentido del arte muy particular, el del aficionado mexicano, diferente al gusto del español.
No hay nada novedoso en lo que exponemos, ya que las diferencias entre una y otra tauromaquia se fundamentan en el toro. Lo novedoso es la aceptación en la evolución de la técnica del torero de México, como lo demuestran los espadas que hoy día se destacan en la temporada española y que tienen aceptación tanto de españoles como de mexicanos.
Los nombres de los toreros formados en la Escuela Taurina “Tauromagia”, como es el caso de Arturo Saldívar, que rompió moldes al acaparar la atención en Valencia, al salir a hombros la tarde de la “resurrección” de José Tomás, luego de más de un año de recuperación y rehabilitación de la gravísima cornada sufrida en Aguascalientes. Con Saldívar en la lista, está el novillero Sergio Flores, que con su arrojo y entrega ha convencido por igual a Madrid y a Pamplona, el también novillero Diego Silveti, que no pertenece a Tauromagia pero arrastra la escuela de una centenaria dinastía de matadores de toros. No deben dejar fuera del tintero nombres de matadores de toros jóvenes como Joselito Adame, “El Payo”, Arturo Macías, Jerónimo que está de vuelta luego de sufrir una seria cortadura con la espada en su mano izquierda, el joven maestro Ignacio Garibay, que dejó en Madrid su sangre valiente imponiendo la sin razón sobre el disminuido encaste de Pablo Romero, o Fernando Ochoa, que sigue su tenaz lucha por dar a conocer su expresión plena de arte y el moreliano Pepe López, uno de los valores auténticamente mexicanos dispuesto a “hacer pulso” con quienes han adoptado la expresión españolista en la baraja mexicana.
Detrás de todo esto hay competencia. Competencia entre los toreros, unos de escuelas tradicional en la ortodoxia mexicana, y los otros muy a la española, y enfrentan toros de tres vertientes: la tradición del toro de Llaguno, que como señala Luis Niño de Rivera es encaste mexicano, y al que se refieren como “el saltillo mexicano”, el encaste de Parladé, del que el autor José Antonio Villanueva realiza en su libro “El mito de Parladé” un análisis importante y fresco, y el encaste de Santacoloma, la sangre que regó la cabaña brava sudamericana y que por su morfología ha sido execrada de las plazas grandes de España. Tres vertientes de la sangre brava incrustadas en el calendario del toreo azteca, que puede ofrecer la variedad que no proponen en otras latitudes.
Sin embargo, y ante tan promisor futuro, el problema grande de la fiesta de toros de México radica en sus organizadores, empresas y gremios taurinos. Los timoneles del toreo en México son en exceso personalistas, miopes mejor. No ven la importancia y trascendencia que pudieran tener sus decisiones, como la sucedida al día siguiente que llegamos a Ciudad de México, cuando los banderilleros suspendieron una temporada de novilladas que lleva más de 20 años celebrándose en Tlalpan, en el Rancho Arroyo, que sirve para que se formen novilleros e incluso toreros subalternos. Al parecer –y esto es chisme- se trata de una conspiración del mandamás del toreo en México, Rafael Herrerías, que le da casquillo a los subalternos para que impidan a la familia Arroyo dar los festejos con el pretexto de cómo son televisados deben ser mejor pagados. Las cuentas no salen, en dinero, y sí las pérdidas del toreo ante tal insensatez.
Algo parecido ocurre entre la Unión y la Asociación, los dos gremios de los matadores. En una nación que reclama fundamentos democráticos vemos cómo si se tratara de una dictadura no admiten la pluralidad sindical.
Estos conflictos, más allá de las arenas y dehesas de la Fiesta de Toros de México, emborronan la grandeza de la historia que ahora escriben los nuevos toreros y que como dice el gran periodista Paco Aguado, “sin tener un timonel de la jerarquía de Armillita Chico”, tienen el mensaje para enlazar a España con México en un momento hermoso para la fiesta de toros que vive días de gran peligro.

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