sábado, 2 de julio de 2011

Manzanares al encuentro de José Tomás



VICENTE RUIZ
El Mundo / MADRID

Nada hay más revitalizador para la Fiesta que los toros bravos y los faenones. En el epicentro de esta premisa emerge como nunca José María Manzanares. El recuento estadístico habla de ocho orejas entre las ferias de Sevilla y Madrid. Yo soy el primero que le "quitaría" una de la primera tarde en Las Ventas (¿quién soy yo para "quitar" orejas, por cierto?), pero en seguida compensaría con el rabo que debieron darle, si se lo hubieran pedido, que no fue el caso -más por desconcierto ante el indulto que por ganas-, en Sevilla ante el afortunadamente aún vivo toro de Núñez del Cuvillo. Si se le suma su arrebatador triunfo en las Fallas, no hay resquicio para la duda: Manzanares se ha hecho el amo del toreo.

José Tomás vuelve el 23 de julio. Todos los focos se posarán en el torero del más allá. Será una media temporada muy limitada, siempre bajo la premisa de que su recuperación física sea un hecho. Esperemos que sí, que volvamos a ver al José Tomás sobrenatural, al mejor torero de todos los tiempos, sobre todo para muchos aficionados veteranos que han visto a muchos otros toreros de época.

Qué mejor, pues, que el encuentro de ambos, José Tomás y Manzanares, en una plaza o feria señera entre agosto y octubre. Tiempo hay, ganas no lo sé. El profesional taurino siempre encuentra razones para cuestionar lo que debería ser inevitable. Que si no hay plaza, que si no hay toros, que si no conviene. Propuesta ilusa: la feria de Bilbao o la feria de Otoño de Madrid. El escenario tiene su importancia y el cartel debería ser lo que se dice "rematao". Cabría por supuesto un mano a mano -sigo, me temo, con el planteamiento iluso-, aunque ¿qué me dicen si el tercero en rigor fuera Morante de la Puebla?

La estructura de la Fiesta se está racionalizando, pero el arrebato de un cartel así crearía beneficios e ilusiones sin parangón y de efectos multiplicadores. Todos esperamos al gran José Tomás, mientras nos rompemos las manos a aplaudir la catedralicia tanda con la izquierda al atemperado toro de Juan Pedro Domecq de hoy, que se comió la muleta de Manzanares en el broche del cambio de mano como reclamo inevitable en cualquier escuela de tauromaquia o colección de vídeo que se precie. Qué lujo.

Manzanares, con su administración de tiempos, con su despaciosidad, con su cautivadora inteligencia, crece como torero en tardes señaladas. Y esto es un mérito grandísimo: se está haciendo un torerazo en La Maestranza, en Las Ventas, en la mejor tarde de Valencia.

Los aficionados debemos exigir el toque de imaginación y grandeza a quien tenga los recursos y la oportunidad de contratar a estas dos figuras. De ilusiones se vive. Es tan fácil la comparación con la coincidencia de otras grandes estrellas en un mismo recinto que no merece la pena.

Revelada esta ilusión cuasi infantil, no puedo dejar de alabar la clarividencia de Alejandro Talavante. En los minutos de la basura, perseveró con el Parladé e hizo que se tragara un puñado de naturales para que nadie se olvide del "Extremadura power", otra satisfacción para una temporada que se adivina extraordinaria.

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