jueves, 11 de noviembre de 2010

LA MAGIA DE LA FIESTA BRAVA

Jardinero de San Mateo


La plaza se encontraba pletórica de aficionados, villamelones, catrines, damas con ropaje siberiano, jovencitos y jovencitas y un buen número, inusitado de conocedores, todos reunidos al conjuro del inicio de otra temporada en la plaza más importante del continente americano, La Plaza México. En 63 inauguraciones de temporada que van, se han confeccionado los más diversos carteles y fue tradición en los primeros 30 y se repite ahora, que alternara un espada extranjero, Manolete, Domingo Ortega, Gregorio García, Raúl Ochoa “Rovira”, José María Martorell, Manolo Dos Santos y luego Cesar Rincón y repitieron Antonio Chenel “Antoniete”, El Capea, Paquirri y, con 3 tardes Santiago Martín “El Viti” y ahora Enrique Ponce. Es así que no es por azar que al valenciano se le denomine hoy “el consentido de la afición capitalina”, se lo ha ganado a pulso.
Se cumplió el milagro, se llenó la plaza al conjuro de tres diestros de muy diversa procedencia, edad y escuela. De Chivas, el maestro incombustible, Enrique Ponce, la perfección del toreo, quien paladea sus faenas sale con la impresión de que ya no hay nada más que agregar al toreo clásico y artista de quien lleva más de 20 temporadas y se encuentra en el trono de la tauromaquia mundial. De Azcapotzalco, con años y muchísima experiencia, Eulalio López “El Zotoluco”, poseedor de una técnica y conocimiento de la lidia que quizá no se repite hoy en México. De Querétaro, Octavio García “El Payo”, un joven que hace 11 meses tuvo una gran tarde en esta plaza, cortando tres orejas, dos a “Arte Puro” y una a “Embrujo” de San Isidro, después pasó por una grave cornada en su tierra. AHORA RESURGE.!!!!
Sin embargo, para que fuera tarde de triunfo se necesitaba un buen encierro y los 7 pupilos del señor Jiménez Mangas, resultaron en diverso grado, descastados, quedados, mansos, sin trasmisión y casi imposibles para la lidia. Tuvieron que venir dos toros de regalo, uno, “Insurgente” de Jorge María –sangre de San Mateo y Manolo Martínez- de excelente presentación y otro de Santa María de Xalpa, “Ilución”, para sacudir esta gélida tarde que a partir del segundo toro parecía venirse en declive.
“Zotoluco”, no se había hecho presente en esta plaza por 4 años, recibió a “Guadalupano” que en caballos mostró sus graves defectos, pero el de Azcapotzalco quería pelea y por el lado derecho, el mejor del animal, lo templó suavemente, ganando los primeros aplausos. Siguió mostrando su técnica, hasta que el toro se agotó y él no tuvo fortuna con el estoque. Ponce, con un cárdeno bragado llamado “Tata” salió decidido a llevarse las palmas fuertes, dando buenos lances con la capa, en especial con unas chicuelinas con la mano muy abajo. Calma, dijo el matador, y él inició su lección taurina con la muleta en la derecha y una rodilla al suelo, donde ejecutó un cambio de mano largo y bello. Confiado y muy superior al morlaco, instrumentó una faena con la derecha a un toro que no era boyante, pero que él le dejó la mano y se vieron muy bellos trazos con la muleta, algunos, con el toro humillado y él con gran lentitud. Lo molestó el aire, pero la tauromaquia del maestro no tiene límites, se fue a la querencia y allí siguió con mas derechazos, exprimiendo al toro, hasta que le dio el pase que lleva su nombre, “la poncina”, flexionando la rodilla y citando de espaldas. Siguió dictando cátedra hasta la última gota de bravura del de San José. Cuando podía consumar su triunfo con apéndices, pinchó y luego mató en lo alto. Vimos los momentos de un gran artista. Por su parte, “El Payo” felpó con lo peor del encierro, el toro de nombre “Tacazo” era realmente impresentable para una plaza de categoría, se rajó, no mostró clase y el diestro rubio se mostró solo empeñoso y valiente.
Pero salido el ganado que proviene de Aculco, vinieron las mejores cosas que hacen del toreo un arte mágico e irrepetible. “Zotoluco”, con un toro que tenía todo, humillaba, embestía, peleaba, lo castigó con doblones y un enorme pase de pecho para el regocijo de la gente. Si bien su trazo es lejano, templó por ambas manos y fue coreado. Dio un primoroso pase del desdén y la plaza hervía, luego, entró a matar y dejó una estocada en lo alto que le mereció una justa oreja y el reencuentro con su afición. Envalentonado “El Payo”, también con uno de regalo, se quedó bien quieto con la capa cargando la suerte y luego dio bellas chicuelinas. En son de triunfo se fue a los medios y dio dos cambiados por la espalda, uno de pecho, pero el toro hizo por él y lo prendió arriba y en el suelo, con puntazos en la pantorrilla y la axila. Pasados unos minutos, volvió al ruedo, sin chaquetilla y un poco atarantado, tendió nuevamente la sarga en los medios, largo y templado y se oyeron nuevamente los gritos de “torero” para quien parecía estar en el infortunio minutos antes. Era una hazaña la que realizaba “El Payo”, herido, dolido, pero muy valiente. Instrumentó molinetes y se perfiló para un estoconazo fulminante que el público premiaba con una oreja, pero el generoso juez, dio la segunda.
Con mi sabio compañero de tendido nos preguntábamos si no habrá un encierro completo de Jorge María para otra tarde y cuándo vendrán los triunfadores toros de Santa María de Xalpa. Comenzamos bien, hay que decirlo.

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