sábado, 27 de noviembre de 2010

ERICK CORTEZ, un torero necesario para la Fiesta!








EL VITO

Le recuerdo aquella tarde en Maracay, una de sus primeras en Venezuela cuando El Fandi comenzaría su travesía de triunfos por plazas venezolanas. Le recuerdo al granadino breve y disperso con el capote, aunque volcánico e insuperable con la muleta. David Fandila había provocado la total y absoluta atención del público, que le seguía de pie su faena con su espectacularidad en las banderillas. Había conquistado los tendidos de la Maestranza e iba camino a refrendarlo cuando se acercaba al palco de la Autoridad para solicitar permiso. Su faena de muleta, sin hilván, sin condición interior, no tenía la fuerza de sus banderillas …Pero la sugestión de aquella demostración con los palitroques seguía gravitándose sobre el ánimo del público, y como la faena fue breve y la estocada certera, el ambiente se mantuvo y la petición fue ensordecedora. Le dieron las dos orejas, por una lidia sin faena de muleta. En realidad, por el rebato, -justificadísimo- , que produjeron sus pares en banderillas.

Con el tiempo, he caído en cuenta. Lo mismo pasa con Erick Cortéz, quien gusta de veroniquear con dejadez y gracia felina capaz de cautivar a los públicos y que sus lances provocan el vaho de la multitud cuando se apresura el jadeo.

Cortez, baja en banderillas. No está a la altura de El Fandi, pero le supera por ser más profundo -¡qué duda cabe!- con la muleta. Castiga más, es más artista y tiene mucho más proyección sobre el toreo,

Puede que haya sido la de Maracaibo la tarde de Erick en Venezuela, según narran los testigos de la proeza. No porque haya cortado las cuatro orejas de sus toros, sino porque el torero venezolano alcanzó su expresión de madurez en el sitio preciso y ante la gente conveniente.

Ante espectadores muy especiales

¿Ante quien, se preguntará el amable lector de estas líneas? Pues nada menos que ante Manuel Martínez Erice, “Chopera”, empresario de Las Ventas de Madrid, y ante el Capitán General de la torería española, Antonio Matilla, hombre de definitiva influiencia en los carteles de España, y los de América. Ellos entre otros grandes taurinos que estuvieron presentes la gran tarde de Cortéz, toreros como “El Mangui”, que se hizo eco de la faena de Ercik, que fue de esas que se califican “para toreros·.

Le hemos visto a Cortéz en sus expresiones de torero superior en arenas de Charallave o del Apure aprovechar toros magníficos, ante públicos dispersos y distraídos. Conocimos de su torería en Nimes, sin desmerecer junto a Ojeda y César Rincón. Lo sentimos en el rebote de las caracolas del Mediterráneo en la playas de Sanlucar, las mismas que dejó a sus espaldas el Gran Almirante cuando partió de Palos a la gran conquista.

Ahora el público zuliano le importó al torero, ya que Erick Cortéz logró el ideal de ensimismarse.

Ensimismarse en el toreo es sencillamente entregrase a sus pensamientos. Sin importarle la diferencia que pueda haber entre Sevilla y Pamplona, o Madrid y Maracaibo. Lo único que importa del participio es que el estar ensimismado ha sido el estado anímico para la realización de las grandes obras en las muletas de los grandes maestros ante la ejecución de sus grandes obras. Es decir, la actitud de Erick Cortéz en el referido momento.

Torero de ensimismamiento

Cortez, cuando torea ensimismado, no siempre, alcanza esos momentos que en su conjunto logran la perfección, por su seguridad al alcanzar el perfecto equilibrio. En las faenas de Erick no hay combates íntimos de sangre ni resabios seculares, más bien lo que expresa es el sentimiento natural, armonioso y que empapado en gracia es jugueteo, travesura, alarde de ritmo internamente establecido.

Conociendo los picos en su vida artística llego a la conclusión que estamos ante un torero que ha llegado a su maduréz, ante un torero para elevadas cotas de comprensión para los públicos aficionados, y que no dudo es un torero de grandes tardes al que hay que tener la virtud, amable lector, de saber esperar para poderlo gozar. Erick es torero para las empresas, si es que hay sincera intención, o inteligente interpretación, por parte de quienes organizan como negocio las corridas de toros recuperar la fiesta de toros un elemento propio de nuestra cultura y no como el espectáculo exótico y deprimido que se nos escapa entre los dedos como si arena del mar se tratara y que vive gracias a la subvención mendigante del Estado. Con toreros como Erick, y con los espadas más destacados de nuestra baraja taurina el toreo nacional puede andar en el camino con pie firme, eso sí muy despacio pero seguro, y seguir el sendero que hoy siguen delante de nosotros las naciones taurinas del Continente.

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