ANDRÉS AMORÓS
A un cartel con tres diestros de los llamados «artistas» acudimos con la ilusión de ver algo distinto de la rutina cotidiana pero también con el temor de que la estética prevalezca sobre el dominio.
El resultado artístico no es nada sorprendente: Curro Díaz es el que está más en forma de los tres: hoy luce su buen estilo, se muestra muy dispuesto y da una gran estocada. Juan Mora, casi retirado, sólo muestra pinceladas. Javier Conde se queda en sus habituales posturas.
Sin ser una gran corrida, algo hemos visto. Después de los últimos días, casi todo se agradece. Un par de toros de El Vellosillo, el tercero y el quinto, son manejables.
No es raro que Curro Díaz sea estimado en Madrid: en el páramo actual, destacan sus buenas maneras. En el tercer toro, es bonito su comienzo de faena, por bajo, y luego los muletazos, muy relajado, codilleando un poco.
Al entrar a matar, pincha en hueso y recibe una merecida ovación. Es lo que antes era habitual, lo que me contaba el gran Luis Sánchez Bejarano, en su tertulia sevillana: aunque no sea mortal, un buen pinchazo merece aplausos; sobre todo, por la esperanza de ver entrar a matar otra vez a un buen estoqueador. Así es: una gran estocada refrenda la faena. (Antes, José Manuel Montoliu levanta clamores pareando como lo hacía su padre, caminando, sin correr, con garbo, y saliendo limpiamente).
En el último, Curro Díaz lleva al toro cosido en la muleta, por la izquierda, prolongando su embestida. Ese es el secreto. (Belmonte, decía Corrochano, es el diestro al que menos toros se le han parado, por su temple). No redondea triunfo pero da una buena tarde.
Recordamos con nostalgia a aquel novillero, Juanito Mora, que apuntaba tan buenas maneras... Al final de su carrera, sufre al matar pero deja bonitos detalles. Me acuerdo de «La verbena de la Paloma»: «Se administra en pildoritas...»
Y Javier Conde: da telonazos con el capote, se inhibe de la lidia, les quita las moscas con la muleta, entra a matar desde allá lejos. No he conseguido saber cómo era su primero. En el quinto, mi vecino Manolo me recuerda a Richard Widmark: «Lo bueno de ser un héroe es no serlo demasiado...»
La conclusión es de Marcial Lalanda: «El arte de torear consiste en dominar al toro para poder, luego, torearlo estéticamente». Si no, todo se queda en posturas ante el espejo.
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