ANTONIO BIENVENIDA |
publicado en el libro
MEMORIA DE ARENA
No nos acostumbramos a la muerte, siempre se espera que la tragedia haga el paseíllo junto a las cuadrillas cada tarde y en cada plaza, cuando aparece la muerte siempre nos sorprende.
MEMORIA DE ARENA
No nos acostumbramos a la muerte, siempre se espera que la tragedia haga el paseíllo junto a las cuadrillas cada tarde y en cada plaza, cuando aparece la muerte siempre nos sorprende.
Mentiría si les digo que no me sorprendí cuando leí en los despachos cablegráficos la infausta noticia de que el maestro Bienvenida estaba entre la vida y la muerte como consecuencia de una voltereta sufrida en la plaza de tientas de la ganadería de doña Amalia Pérez de Tabernero, cerca de San Lorenzo del Escorial. Fractura con luxación cervical de las vértebras quinta y sexta. Entre líneas, se leía en el cable, que de quedar vivo quedaría inútil.
Antonio Bienvenida nació en Caracas, en una pensión cerca del Hotel Majestic. Muy famoso para la época. La pensión era regentaba por una señora que llamanan “La Gaona”.
Fue un accidente su caraqueñísmo, aunque en alguna oportunidad echaría mano del gentilicio accidental.
Bienvenida fue muy sevillano en su forma de ser, y madrileño en su forma de vivir.
El 16 de enero de 1944 se presentó ante el público de Caracas como novillero en un mano a mano con el valenciano Aurelio Puchol “Morenito de Valencia”. Cortó cuatro orejas. Repitió Antonio, gracias al triunfo, con Julio Mendoza y el mismo Aurelio Puchol el 23 de enero de 1945. La insignificante presencia de los becerros de Guayabita provocó violentas protestas en los tendidos y hubo que suspender el espectáculo. Las últimas actuaciones de Antonio Bienvenida en Venezuela fueron en la Monumental de Valencia. Una, llena de gloria, la del Sesquicentenario de la Batalla de Carabobo junto a Luis Miguel y César Girón. Otra, con Curro Girón y Pepe Cáceres con toros de “Tarapío”, cuando se le fue vivo al corral el único toro que no pudo matar en 48 años de actividad.
Fue un accidente su caraqueñísmo, aunque en alguna oportunidad echaría mano del gentilicio accidental.
Bienvenida fue muy sevillano en su forma de ser, y madrileño en su forma de vivir.
El 16 de enero de 1944 se presentó ante el público de Caracas como novillero en un mano a mano con el valenciano Aurelio Puchol “Morenito de Valencia”. Cortó cuatro orejas. Repitió Antonio, gracias al triunfo, con Julio Mendoza y el mismo Aurelio Puchol el 23 de enero de 1945. La insignificante presencia de los becerros de Guayabita provocó violentas protestas en los tendidos y hubo que suspender el espectáculo. Las últimas actuaciones de Antonio Bienvenida en Venezuela fueron en la Monumental de Valencia. Una, llena de gloria, la del Sesquicentenario de la Batalla de Carabobo junto a Luis Miguel y César Girón. Otra, con Curro Girón y Pepe Cáceres con toros de “Tarapío”, cuando se le fue vivo al corral el único toro que no pudo matar en 48 años de actividad.
Aquel día aciago de su vida torera hablé con Antonio Bienvenida. Estábamos los dos solos en la cafetería del Hotel Intercontinental Valencia y se lamentaba de la mala suerte de aquella tarde. De las cosas desagradables recordaba las 14 cornadas recibidas en su carrera, siendo la más grave aquella de Barcelona en 1941 cuando intentó dar el “pase cambiado”, el mismo muletazo que a su padre, don Manuel Mejías “Bienvenida”, al intentarlo lo hirió de gravedad un toro de “Trespalacios” y, literalmente, le quitó de torero. Hubo otras, muy graves también: las de Zaragoza, Málaga y las dos de Madrid. - Esta tarde y una en San Luis Potosí, México, han sido las tardes más tristes de mi vida. En México la fuerza pública tuvo que acompañarme. Me querían matar. Lo de hoy ha sido muy doloroso”.
No dejaba de quejarse de su mala suerte con el toro de “Tarapío”. -Pero es que a ese marrajo no había por donde echarle mano!
Recordaba Antonio la tarde de su presentación en Valencia, España, como novillero.–Me había dicho mi padre que aquella tarde me jugaba la carrera. Sentí que no estuve bien, a pesar de haber hecho todo por “salvar la carrera”, como me había señalado “El papa negro”. Al llegar a la habitación me dijo:- Has estado en torero. Te has ganado el puesto para Sevilla. En Sevilla salí tan confiado, tan ilusionado, que salí a hombros de La Maestranza hasta la casa de mi padre. –Desde ese día, de novillero, fui un torero para Sevilla. Sevilla siempre me trató muy bien. Aquella noche entre un montón de colillas de cigarrillos, los dos solos, muchas tazas de café, me contó Bienvenida su vida, y me dijo: –La tarde más importante de mi vida fue una en San Sebastián de los Reyes. Toreé tan a gusto, que me dijo mi padre: - Antonio, después de verte torear así puedo morir tranquilo. Al mes falleció.
Decía Bienvenida que su torero había sido Domingo Ortega. –Y los toros que más me han gustado han sido los gracilianos, los toros de don Graciliano Pérez Tabernero, un importante ganadero de Salamanca que crio el toro ibarreño, el Santa Coloma, sin cruces con Saltillo. Antonio Bienvenida falleció en la Sala de Cuidados Intensivos de la Clínica La Paz de Madrid el siete de octubre de 1975 y fue enterrado en Madrid el día ocho. Su sepelio fue un acontecimiento público. Le llevaron a la plaza de Las Ventas y su cadáver fue paseado a hombros de las figuras del toreo. Toda España lloró su adiós. Nacieron de la inspiración de cantaores y guitarristas, coplas y sevillanas en honor al maestro. Su adiós, el adiós de Madrid a Antonio Bienvenida, fue el adiós a un maestro del toreo.
A la semana de la tragedia de Bienvenida, en Guayaquil, Ecuador, Domingo González Lucas, Domingo Dominguín, de un tiro en la sien derecha se quitó la vida. Hecho de gran impacto emotivo que ocurrió en una habitación de un hotel del cálido puerto ecuatoriano. El cadáver de Domingo Dominguín fue descubierto por una camarera del hospedaje en las primeras horas de la noche del domingo 12 de octubre, cuando fue a arreglar las cosas de la recámara.
La vida de Domingo Dominguín fue de tormentoso argumento. Desde muy joven defendió teorías políticas que le perjudicaron mucho en la España franquista, por lo que los últimos años de su vida los pasó en tierras americanas, las mismas tierras montañosas de los andes suramericanos donde había dado sus primeros pasos de torero, cuando junto a su padre, Domingo González Mateo, “El tiburón de Quismondo”, sus hermanas y hermanos, se vinieron a vivir a América porque no había lugar para ellos en la España de Franco que surgía.
De estas andanzas y aventuras de la familia González-Lucas, por tierras americanas, hay una detallada relación, muy bien escrita por Pepe Dominguín, el tercero de la familia torera, en el libro “Mi gente” que dedica a la memoria de Dominguín padre y a la gloria de Luis Miguel.
De estas andanzas y aventuras de la familia González-Lucas, por tierras americanas, hay una detallada relación, muy bien escrita por Pepe Dominguín, el tercero de la familia torera, en el libro “Mi gente” que dedica a la memoria de Dominguín padre y a la gloria de Luis Miguel.
“El As de Espadas”, así le anunciaban en las promociones, hizo su presentación en Venezuela en “Arenas de Valencia”, en 1942, junto a sus hermanos Pepe y Luis Miguel, con becerros de Guayabita y de Julio César Ohep. Los hermanitos Dominguín, la primera tarde, cortaron seis orejas; dos cada uno a su becerro de Guayabita. El triunfo obligó a la empresa a una nueva fecha, y aquella tarde el triunfador fue Dominguito, que cortó dos orejas, un rabo y una pata a un novillo de Guayabita, por cierto de capa colorada. No se limitaron sus actuaciones en Venezuela a los ruedos, también fue apoderado de toreros y empresario.
En Valencia, organizó las corridas del Cuatricentenario de la fundación de la capital del estado Carabobo en el Parque de Atracciones, con su hermano Luis Miguel, Rafael Ortega y Joselito Torres y ganado de Guayabita.
Dominguito falleció a los 55 años de edad. Le traté mucho cuando la contratación de Carlitos Martínez, para las corridas que Domingo organizó en Valencia, fue la feria cuando Luis Miguel le dio la alternativa a Carlos. Luego viajamos juntos a Bilbao, para la temporada de 1972 y más tarde le vi y compartí con él en Madrid. Eran días difíciles para Domingo, pues recién acababa su primer matrimonio y se unía con Ana Lucía, su última mujer.
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