Del Libro César Girón
/ Biblioteca Biográfica Venezolana
Número 138
Muy joven el destacado periodista cordobés Curro Fetén y aficionados conversan con Girón en un patio de caballos de una plaza de España |
Gente influyente
Las dos personas más influyentes en la vida de César Girón fueron César Perdomo, su primo, y Ramón Villamil, su chofer. Sin embargo los primeros años de César Girón fueron llevados de la mano de Manuel González, “Manuelote”, que le instruyó en el método de supervivencia en aquella jungla de precariedad y primitivismo que era el Maracay después de la muerte del general Gómez. Aquella ciudad que se desintegraba y pulverizaba como sociedad, que se había desplomado sin que sus bases enclenques fueran capaces de soportar lo que había sido construido sin la ambición de permanencia, sin el empuje de la clase media, incluso sin un consciente proletariado.
Maracay estuvo hecha sobre las bases de un militarismo precario, fabricado con retazos de reclutas y ascensos, jerarquías logradas más por la fidelidad a la causa que por méritos dentro de la carrera de las armas. Era el pueblo una fusión de razas convergentes en el mestizaje criollo. Ahí estaba parado, esperando desorientado su propio destino, César Girón.
No cabe la menor duda que fue Pedro Pineda el más importante inductor del toreo en el ánimo de César Girón. La ingenuidad de Pineda, matador de toros por concesión de la alternativa por Joaquín Rodríguez “Cagancho” –el gitano de los ojos verdes–, en el Nuevo Circo de Caracas, era menos ingenuo que todo Maracay por tener un puntico de superioridad técnica en el condimento de la concepción del toreo. Lo que unido a su recia personalidad, le convirtió en “el maestro” Pineda. Sus lecciones y su ejemplo llevaron a César Girón hasta el portón del solar de la vida.
En Caracas dio el tono mayor de su toreo, la tarde del mano a mano con Moreno Sánchez.
Sin embargo, cuando Girón triunfó en el Nuevo Circo se produjo un gran vacío cuando se asomó al borde de un precipicio de lo desconocido. Al despejarse el horizonte aquella tarde del mano a mano, entendería que la vida jamás sería igual.
Su primo hermano César Perdomo, hijo de una hermana del viejo Carlos Girón, a quien César siempre trató en la intimidad, considerado su hermano mayor, fue Perdomo la persona más importante en la vida de César. Había nacido en Los Teques, pero de muchacho vivió por los vecindarios caraqueños de Guaicaipuro y Maripérez. Aficionado desde muchachito al baloncesto, llegando en su juventud a ser dirigente; entusiasta con el boxeo, al extremo de practicarlo en las divisiones de los Guantes de Oro y en torneos inter-parroquiales; y el beisbol, que jugó muy bien, habiendo sido tentado por organizaciones profesionales. En la pelota se destacó como un buen catcher, un poco mocho del brazo y con terribles dolores en las rodillas, le obligaron a abandonar la posición de receptor. Perdomo hizo en el deporte muy buenas relaciones, se convirtió en aquella Caracas pueblerina en un hombre de mundo, entablando una gran amistad con José Antonio Pérez Díaz. “El Negro” Pérez Díaz, un abogado joven con actividad política, fue uno de los pilares en la fundación del partido Copei en 1946. A solicitud de Rafael Caldera organizó las bases populares del partido y encontró en su amigo Perdomo Girón a un gran aliado. Porque Perdomo, además su actividad deportiva, fue hábil electricista, excelente plomero, maestro de obras de albañilería y sus condiciones de líder lo convirtieron en hábil conductor de masas con gran influencia en las barriadas de Caracas. Perdomo Girón y Pérez Díaz hicieron una gran llave, y cuando César Girón perdió el vértigo que le produjo el haberse asomado al solar del destino en su vida, luego de cortarle las tres orejas y el rabo a la corrida de Cayetano Pastor, fue su “Medio” Perdomo el guía, consejero, la autoridad familiar y el soporte económico que le completó para el viaje a Madrid. “El Negro” Pérez Díaz fue su apoderado en Venezuela. Le representó hasta su muerte en las negociaciones que hizo en Venezuela, que al contrario que muchas de las realizadas en Francia y España, las venezolanas fueron acertadas, tuvieron beneficios y su relación siempre transparente hasta que sus hijos las heredaron.
César Perdomo Girón fue el “gran capitán” de la familia, guía para César y sus hermanos. Decisiva su intervención cuando Girón quería llevarse a España a Curro, porque era en Curro que César veía condiciones para la pelea en Europa, pero el viejo Girón se opuso: “Si no va Rafael no irá Curro”. Perdomo pagó el pasaje de Rafael, para que pudiera ir Curro.
La familia de los Girón-Díaz, además de los tres hijos a Maracay a finales del año 1933 –Yolanda, Carlos y César– creció hasta llegar a la docena de vástagos. El primero que nació en Maracay fue Rafael, luego vendrían Francisco, Efraín, Freddy y Pepe Luis, los varones que, junto con las hembras Columba, Marina, Luisa, Rosario y Guadalupe, completaron trece Girones de “La Gironera”. Aquello fue una piña de absoluta solidaridad. Se sentía el apoyo de las hermanas, sobre todo, en los tendidos cuando uno de los Girón estaba en la arena. Llegaron a ser matadores de toros Rafael, Curro, Efraín y Freddy, en la primera generación, la de César. Más tarde se agregarían Marco Antonio, hijo de Curro, Juan José, hijo de Rafael y César Vargas Girón, nieto del maestro e hijo de Myrna Girón y del rejoneador sevillano Antonio Ignacio Vargas. La de los Girón es una de las dinastías más extensas en la historia del toreo, a la altura en número de integrantes con las famosas casas de los Bienvenida, Dominguín, y Armillita
Andrés Luque Gago, despedido en Sevilla por Curro Romero, Paco Ojeda y Rafael de Paula fue amigo muy cercano y profesional muy influyente en el desarrollo del gran torero que fue César Girón. |
Fernando Gago tuvo una gran influencia en la vida de César Girón, definitiva en nuestro criterio porque de no haber sido por Gago, César se hubiera quedado en Venezuela como muchos otros que perdieron el tren de la oportunidad, lleno de amargura, comentando por los rincones aquella tarde en que le cortó las orejas y los rabos a los toros de Cayetano. Gago fue testigo desde el tendido de la plaza de Caracas de la hazaña de César la tarde que abrió la Puerta Grande de Caracas. Acicateado por el ejemplo de su hermano Andrés, quien fue el apoderado y descubridor de Carlos Arruza, dándose la coincidencia en el Nuevo Circo de Caracas cuando Gago vino a Venezuela de banderillero, sintió el llamado del reto del destino por apoderar a César Girón. Vio Gago un gran futuro, el mañana lucía como fue el espejo de Arruza, que se hizo rico él y rico a su hermano Andrés, llenando una época importante en la fiesta de los toros. Fernando estaba convencido de que Girón podía funcionar, siempre y cuando fuera de Venezuela, para que en España desarrollara el talento que le sobraba
Entre Gago y Perdomo le sacaron de Maracay y lo pusieron en Madrid.
Ángel Escobar “Bola de Nieve” fue Mozo de Espadas de César Girón desde que este llegó de España. Le fue fiel hasta más allá de la muerte, pues no aceptó otro matador que no fuera un Girón... Solo le sirvió las espadas a Curro Girón, con la anuencia de César. “Bola de Nieve” era un caraqueño de vieja data, desde que era un negrito chiquitico que en la plaza de Caracas jugaba con los niños Bienvenida al toro. Unas veces le embestían, otras lo hacía él, pero Manolo y Pepe lo querían mucho, cuando se hospedaban con su madre frente al Majestic, en la posada de La Gaona. Hombre “Bola de Nieve” de gracia natural. Muy alto, ojos saltones, manos muy grandes, la camisa blanca de mangas enrolladas o guayabera de mangas cortas, y siempre tocado con un sombrero de fieltro. No hubo en esta tierra quien defendiera la causa Gironista como él la defendió. Los días de Girón en predios de Diamante Negro o de Joselito Torres no eran fáciles. Cuando las cosas no rodaban como debían decía para que le escucharan, sin dirigirse a nadie en particular:
–Cuando el agua le llega a los tobillos, a los otros les tapa la nariz.
Fue de joven Mozo de Estoques del vallisoletano Fernando Domínguez, uno de los grandes maestros con el capote en la historia de la fiesta. Domínguez fue un gran aficionado al flamenco, y Bola de Nieve se aficionó al cante por influencia del maestro. Al negro le gustaba inventar coplas, improvisar fandangos y por los bajines enviar canturreando mensajes entre los toreros. Su afición no le cabía en su cuerpo, y como a Fernando Domínguez, le sirvió las espadas al maestro Alfonso Ramírez “El Calesero”, con el de Aguascalientes “Bolita” hizo gran amistad, y constantemente repetía aquellos fandangos que aprendió con el torero de Valladolid, aderezados a su estilo caraqueño.
El primer “banderillero de César Girón” fue Diego Pérez, que en su afán de querer ser torero tocó la puerta de la Escuela de Pedro Pineda en Maracay y fue Girón el que se la abrió. Quería ser novillero, pero no calzó las exigencias de Pineda para estar en la lista de aspirantes a matador. Figuró en la primera cuadrilla de Girón, como banderillero en Valencia, donde hizo su debut. Una novillada el primero de mayo de 1949, cuando César se presentó con Evelio Yépez, de Los Teques, y Gabriel Rodríguez. Más tarde fueron miembros de su cuadrilla Pedrucho de Caracas, su hermano Rafael Girón, Carlos Saldaña y Antonio Klie, peones de brega y banderilleros, y como picadores “El Negro” Rigoberto Bolívar, Camachito y Mario González, entre los venezolanos.
En España su Mozo de Espadas fue Pedro Berguises, un madrileño, gracioso y desgarbado, una tumba como confidente de quien decía César: “Me quita el miedo con sus ocurrencias”. Hombre de mucha confianza, con un sentido muy optimista del humorismo, formaba pareja con el chofer de Girón, el famoso Ramón Villamil.
Ramón era “el jefe” de la cuadrilla. Berguises, los banderilleros y picadores, los propios hermanos de César se ponían firmes cuando transmitía las órdenes de Girón. Gran profesional, se conocía las carreteras, sus atajos, pueblos y ciudades como la palma de su mano. Capaz de conducir por una Europa sin los mapas, ni las carreteras y autopistas de ahora. Un día que César tuvo que ir a un acto en El Florida, en casa de Campo de Madrid, le dijo:
–Ramón, a ver dónde paras el carro porque aquí no cabe un alma.
Al salir de la sala de fiestas el coche de César, un Jaguar color oliva, estaba en toda la puerta principal de El Florida.
–¿Y cómo hiciste? –Le preguntó el maestro a su chofer.
–Solo le pregunte al Guardia Civil dónde aparcaría su coche el Obispo de Madrid.
Un día César le encargó a Ramón atendiera al doctor Víctor Giménez Landinez, ministro de Agricultura que visitaba España. A las horas Ramón llamó a César para preguntarle que de qué era ministro aquel señor. Al decirle Girón que era el ministro de Agricultura de Venezuela, “Ramón, ¿por qué preguntas?”, este le contestó: “¡Ah!, es que creía que era el Ministro de Economía, porque no se gasta un duro”.
Cuando César Girón vivía sus mejores días como primerísima figura del toreo universal, su nombre figuraba en los carteles más encopetados de la temporada de Madrid. Y el solo anuncio de su nombre, las fechas cuando iba a torear César Girón, tenían gran influencia en muchos venezolanos que todos los años viajaban a España y gustaban de disfrutar de la grandeza del paisano en la plaza más importante del mundo. Uno que no fallaba era Renny Ottolina, que tenía a Madrid como punto de partida de sus recorridos por Europa. Renny y Girón fueron muy amigos. Los dos muy aficionados a los coches de alta velocidad. En más de una oportunidad hicieron largos recorridos con Renny de piloto y Girón de copiloto...
El maestro Aldemaro Romero fue otro que vivió grandes triunfos de Girón en Las Ventas, pues saltaba de Londres, donde grababa sus creaciones, a Madrid. Aldemaro fue protagonista junto a César de muchas y muy ocurrentes anécdotas, pues los dos eran ingeniosos y traviesos... Alfonso Álvarez, “El Catire”, muy taurino desde la época de Rubito y el Negro Mendoza en Caracas salpicaba con cuentos llenos de gracia sus largas charlas con César... En Madrid vivía el doctor Raúl Soulés Baldó, que en un momento quiso llevar a Venezuela una ganadería de reses bravas en sus días de ministro cuando el gobierno de Pérez Jiménez. Soulés era entusiasta aficionado y fueron muchas las veces que compartía con el maestro en los estupendos restaurantes madrileños... Y como compañero de sus viajes, estuvo muchos años Alí Gómez Revenga. Alí hizo con César la travesía de una de sus más ricas temporada, en un automóvil Júpiter, hecho en Suiza, con el que cubrieron desde Casablanca hasta Bilbao, con estaciones en más de 50 ciudades donde Girón tenía compromisos. Fue el año largo de Girón, el de los grandes triunfos, cuando llevaba una cuadrilla de lujo, cuadrilla de grandes toreros, como el mallorquín Jaime Pericás, de gratos recuerdos en la Caracas de sus días de matador de toros. Cuando anunciaban a Pericás en el Nuevo Circo, provocaba una algarabía entre las mujeres, por su prestancia, y el traje de luces que iba a vestir el domingo lo exhibían en la joyería de Sérpico y Laíno donde se vendías las joyas más exuberantes de Caracas. Entre los banderilleros recordamos a Paco Agudo, Anselmo Biosca, Henrique Arroyo y los picadores Chavito e Isidro Álvarez. Todos ellos frecuentaban a diario El Trébol, una tasca que se identificaba como “el sitio de los Girón”.
En el tiempo esa cuadrilla se “venezolanizó” con la inclusión de picadores como Rigoberto Bolívar “Pastoreño”, Camachito y Mario González, quienes junto con Carlos Saldaña, Antonio Klie y Rafael Girón formaron la cuadrilla más completa que jamás haya llevado una figura del toreo en plazas de Venezuela.
No era el maestro hombre manejable por intereses de otros, más bien terco y de ideas fijas, persistente en su empeño y de mucha disciplina cuando se trazaba un camino. Hombre de un pronto y acelerado aprendizaje, sabía comportarse cuando la situación lo requería. Actuaba como todo un avezado hombre de mundo, en contraste con los días que acentuaba la retrechería y la antipatía.
Su amistad con el matrimonio de Hugo Azpúrua y Valentina Vallenilla influyó definitivamente en su ascenso social. Fue la casa de Hugo y de Valentina la que le acogió cuando visitó Caracas por primera vez con Danielle, su esposa. Residencia en Valle Arriba, con ruedas de prensa a periodistas de sociales. Igual que su relación con Julio García
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Vallenilla, a quien trató como un hermano. Juan Vicente Ladera y su hijo Carlos eran muy aficionados y muy amigos de Andrés Gago, tuvieron mucho que ver en la estructura de sus inicios. Ladera, empresario de toros y hombre de muy buenas relaciones, ayudó a César aquellos días de incertidumbre cuando recién se asomaba al precipicio desde el que oteaba un horizonte extraño e indescifrable.
En Valencia, Zadala Ramos, Francisco Polo Castellano, Hacibe Ramos, Freddy Olavarría, Roberto Arias, el muy joven César Dao Colina y el abogado Antonio Cafroni, formaron una especie de cuadrilla ayudándole a desenredar los entuertos que las leyes municipales convierten en Rubicones que hay que cruzar para poder hacer realidades las ilusiones.
Al final de su vida fueron Rafael Felice Castillo e Iván Sánchez sus compañeros en el día a día, aunque César se dio el lujo, en los momentos estelares de su existencia, de “tutearse” con presidentes como el doctor Rafael Caldera, su gran admirador, y Raúl Leoni, quien compartió aquella Semana de César Girón que organizó un influyente grupo de aficionados venezolanos, intelectuales, empresarios, una semana homenaje en la que participaron los medios de comunicación como Radio Caracas y Radio Caracas Televisión con programas y promociones dedicadas al maestro, exaltándole sus virtudes y derrochando lo que él siempre había pedido: reconocimiento.
Soy Rosa la nieta de Ramón Villamil. Mil gracias por la reseña tan emotiva a mi abuelo. En mi familia Cesar y su familia siempre han sido muy importantes. Gracias de corazón
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