Carlos Maldonado BourgoinHistoriador, escritor y crítico de arte.
Londres tiene los leones de la Trafalgar Square ;
el madrileño Paseo de La
Catellana gira alrededor de Las Cibeles, dos leones llevan en
carroza a Rhea la diosa de la fertilidad. Maracay tiene el Toro del Paseo Las Delicias. Monumento restaurado,
realzado y reubicado hace un par de años, que es motivó de leyendas y equívocos.
Según uso y costumbre, se fue
tejiendo en torno a la bella escultura un origen fantástico y hasta una la
falsa atribución.
Dicen que: “El Toro de
Maracay, llamado El Cacique de los Llanos,... es símbolo de la virilidad que
tenía el Benemérito Gómez, expresión de su afición por la fiesta brava y cuentan
que en su interior el zamarro mandatario se escondía morocotas de oro”.
Fue atribuido al escultor español Mariano Benlliure –a
la llegada de la obra–por defecto de pronunciación confundieron BONHEUR por
BENLLIURE. El gato por liebre de la autoría se mantuvo. Aparece en el libro Venezuela
(en la sección Aragua), Ministerio de Fomento, 1955- 1956. Luis Cordero
Velásquez historiador del gomecismo repite el gazapo, y el cronista Oldman
Botello en varias páginas de su extensa y meritoria obra hace lo mismo, de
atribuir a Benlliure el Toro firmado así: Is.
Bonheur Scp.
El Bénezit dice:
Isidore-Jules Bonheur (Francia 1827-1901), “animalier”, especialista en la representación de
animales. Hijo del artista Raymond Bonheur, Isidore también es hermano de la
famosa artista Rosa Bonheur (Francia, 1822-1899). Obtuvo una medalla de oro en
el Salón Oficial de Arte de París, en 1889, en el que venía participando desde
años anteriores. Fue condecorado como Caballero de la Legión de Honor de Francia,
en 1895. Es autor de los leones de piedra de la escalera del Palacio de
Justicia de París y es también autor del Monumento a Rosa Bonheur en
Fontainebleau.
La escultura Toro de I. Bonheur, representa un
animal de cría pecuaria de raza mediterránea, mide 195 x 105 x 285 cm ., fue traído de
Alemania –plaza de fundición artística– por Belén Gómez Núñez y su esposo Roberto Santana Llamozas. Le fue
regalado el día del cumpleaños 24 de julio, entre 1933-35, al General Gómez por
su nieto Marcos Vicente Santana Gómez. ¿Una exaltación a la cría pecuaria a la
que los Gómez dieron impulso, o un recuerdo anticipado al fin del hombre
fuerte, según confidencias del médico de cabecera Dr. Méndez Llamozas su salud
merma?
El Toro de Las Delicias se posicionó como símbolo de
Maracay. La primera urbanización de interés social que levanta el Banco Obrero
en Aragua lleva el nombre del monumento; el Lactuario Maracay en sus empaques
lo lleva en sus etiquetas; una columna periodística de Luis Alberto Contreras
se tituló de esta manera; un equipo deportivo regional lleva el nombre de los
Toros.
Removido de su sitio El Toro de Las Delicias, le fue cambiado el pedestal anterior de
piedra por uno de mármol, con el argumento de darle altura contra el bandalaje.
Hace falta ubicar en su verdadero contexto e historia
este hermoso monumento público Toro, al que hay que a querer y cuidar.
Maracay también está en deuda con otro monumento que el óxido físico y el
olvido va a hacer perder prontamente, se trata del conjunto de Marisol (1930),
la escultora venezolana de trayectoria internacional, detrás del Museo de
Maracay, señalado en varios libros de arte.
Marco
histórico
San
José de Maracay
(1701-1743)
Las tierras aragüeñas se
prestaron a la agricultura rentable de la caña de azúcar, cacao y tabaco, este
último bajo el sistema del Estanco. Con los guipuzcuanos, en 1767, un nuevo
rubro a la economía regional fue el cultivo del añil. Apellidos de grandes
terratenientes como los Bolívar, los Mijares, los Rodríguez del Toro y los
Fernández de León unen la etapa provincial con la etapa de la independencia.
Los pomposamente llamados ubérrimos Valles de Aragua fueron muy apetecidos por
su justificada fama.
Juan
Vicente Gómez
A los cien años de la invasión
de los sesenta —la llegada de los andinos al poder—, en 1999. los aragüeños
recordaron el paso por Maracay del Benemérito J. V. Gómez. Compró su primera
casa allí en 1902 y se establece en la ciudad a partir de 1912. Todos los
caminos (las carreteras nacionales gomecistas) llegaban a Maracay, enclave
geográfico de excelencia, escogida como sede del poder.
Maracay va a convertirse por
antonomasia en la Ciudad
Jardín de Venezuela. Las viejas haciendas se integran como
zonas satélites o militares. Gómez reorganiza el ejército, siembra bases
militares y funda la
Fuerza Aérea Venezolana. Se construyen el Hotel Jardín
(1928), a su frente está la
Plaza Bolívar más espléndida y grande de Venezuela y la Maestranza de Maracay
(1931), a remembranza de la plaza de toros de Sevilla. Importantes casas de
habitación hay en el cuadrilátero. Residencias de campo hacia el sector de Las
Delicias son levantadas, como “El Mirador o la 23 de Mayo” casa de dos plantas
donde muere el Benemérito y la todavía vistosa “La Macarena ” mansión de su
hijo Florencio Gómez Núñez, adquirida por el estado.
Estas residencias campestres,
desaparecidas algunas y otras en pie en el Nuevo Maracay, configuran un
catálogo del gusto ecléctico de la época: evocaciones moriscas, sevillanas,
faraónicas o planteamientos modernistas. A los arquitectos Carlos Raúl
Villanueva y Carlos Guinand Sandoz se deben buena parte de los proyectos.
El
Zoológico, las vaqueras y el Trianón
En 1915, J. V. Gómez ordena los
primeros pasos para dar a Maracay un Jardín con especies animales. Vienen
técnicos de Alemania y jerarcas del régimen como el general Pérez Soto,
compilan especies de la fauna venezolana para la colección. La historia de El
Zoológico de Maracay, una iniciativa que perdura, la recoge el cronista de
Maracay Oldman Botello.
Durante esa “época en que los
años pasaron, pero los días nunca cambiaron” —como escribe el historiador Ramón
J. Velásquez—, hay testimonios de la reverencia que tenía Gómez por los
animales. Desde los años tachirenses y colombianos, él fue un precoz y solvente
hacendado. Como hacedor de riqueza promovió la cría y producción a través de
los Presidentes de Estado, donde Aragua fue particularísima. En la prensa se
cubren los encuentros de criadores y productores agropecuarios convocadas
alrededor de Gómez, que en fechas patrias (24 de julio y 17 de diciembre,
natalicio y muerte del Libertador) se reunían en Las Delicias frente a las
vaqueras, famosas por su leche y mantequilla.
El Benemérito seguido del
sempiterno grupito de amigos y cortesanos, en su paseo matutino se trasladaba a
este lugar, la caravana de carros concluía siempre en el Trianón de Las
Delicias. La gente que venía de todas partes del país se arremolinaba en este
sitio de solaz para saludarlo, testimoniar respetos, solicitar favores o
cargos.
El
Toro de Las Delicias
Cuenta Luis Cordero
Velásquez, historiador del gomecismo fallecido, en su libro Maracay la meca
del gomecismo, Caracas, 1997, que: en
las postrimerías del régimen y en cumpleaños de Gómez, un 24 de julio el niño
Marcos Vicente Santana Gómez regala al abuelo una hermosísima escultura. La
monumental figura de un toro gustó tanto al anciano que ordenó emplazarla en el
Paseo de Las Delicias como punto visual, al fondo estaban el Zoológico, el
Trianón y las viejas vaqueras del Lactuario Maracay. Al pie del pedestal
gustaba el dictador recibir las salutaciones generalmente sentado.
El Toro de Las Delicias, desde entonces
se hizo un icono de la ciudad de Maracay. Alrededor de éste se tejieron
leyendas producto de inventiva popular y del miedo. Es verdad que “Juan
Bisonte” llamó R. Blanco Fombona a su enemigo el dictador. “Gómez... gozaba comparando su vitalidad y
virilidad con la de los toros”. Pero ninguna asociación zootrópica
adulatoria prueba en el origen del monumento. Hasta rodó el grotesco cuento que en las partes inferiores de
la escultura se guardaban morocotas, lo que motivó el vandalaje. Hubo la
versión asociada a los toros de casta de Guayabita, repetida por incautos
porque no corresponde a la morfología del animal representado. Finalmente, se
atribuyó por error a un artista equivocado.
Icono
de Aragua
El Toro de Las Delicias se ubicó como
símbolo. Con J. V. Gómez surgió en Venezuela y particularmente en Maracay “una
clase media próspera y educada, que pronto aportaría su inteligencia al
desarrollo del país”, dice el historiador Carlos Alarico Gómez López en su
libro Los Sesenta. Historia de la hegemonía andina (1899-1945). Uno de
los signos externos de ese auge y crecimiento social fue este monumento
escultórico que engalana el Paseo de Las Delicias.
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