domingo, 22 de julio de 2012

El Toro de Las Delicias


“El Toro de Maracay, llamado El Cacique de los Llanos,... es símbolo de la virilidad que tenía el Benemérito Gómez, expresión de su afición por la fiesta brava y cuentan que en su interior el zamarro mandatario se escondía morocotas de oro”.


Carlos Maldonado BourgoinHistoriador, escritor y crítico de arte.


Londres tiene los leones de la Trafalgar Square; el madrileño Paseo de La Catellana gira alrededor de Las Cibeles, dos leones llevan en carroza a Rhea la diosa de la fertilidad. Maracay tiene el Toro del Paseo Las Delicias. Monumento restaurado, realzado y reubicado hace un par de años, que es motivó de leyendas y equívocos. Según uso y costumbre, se fue tejiendo en torno a la bella escultura un origen fantástico y hasta una la falsa atribución.
Dicen que: “El Toro de Maracay, llamado El Cacique de los Llanos,... es símbolo de la virilidad que tenía el Benemérito Gómez, expresión de su afición por la fiesta brava y cuentan que en su interior el zamarro mandatario se escondía morocotas de oro”.
Fue atribuido al escultor español Mariano Benlliure –a la llegada de la obra–por defecto de pronunciación confundieron BONHEUR por BENLLIURE. El gato por liebre de la autoría se mantuvo. Aparece en el libro Venezuela (en la sección Aragua), Ministerio de Fomento, 1955- 1956. Luis Cordero Velásquez historiador del gomecismo repite el gazapo, y el cronista Oldman Botello en varias páginas de su extensa y meritoria obra hace lo mismo, de atribuir a Benlliure el Toro firmado así: Is. Bonheur Scp.
El Bénezit dice: Isidore-Jules Bonheur (Francia 1827-1901), “animalier”, especialista en la representación de animales. Hijo del artista Raymond Bonheur, Isidore también es hermano de la famosa artista Rosa Bonheur (Francia, 1822-1899). Obtuvo una medalla de oro en el Salón Oficial de Arte de París, en 1889, en el que venía participando desde años anteriores. Fue condecorado como Caballero de la Legión de Honor de Francia, en 1895. Es autor de los leones de piedra de la escalera del Palacio de Justicia de París y es también autor del Monumento a Rosa Bonheur en Fontainebleau.
La escultura Toro de I. Bonheur, representa un animal de cría pecuaria de raza mediterránea, mide 195 x 105 x 285 cm., fue traído de Alemania –plaza de fundición artística– por Belén Gómez Núñez y su esposo Roberto Santana Llamozas. Le fue regalado el día del cumpleaños 24 de julio, entre 1933-35, al General Gómez por su nieto Marcos Vicente Santana Gómez. ¿Una exaltación a la cría pecuaria a la que los Gómez dieron impulso, o un recuerdo anticipado al fin del hombre fuerte, según confidencias del médico de cabecera Dr. Méndez Llamozas su salud merma?
El Toro de Las Delicias se posicionó como símbolo de Maracay. La primera urbanización de interés social que levanta el Banco Obrero en Aragua lleva el nombre del monumento; el Lactuario Maracay en sus empaques lo lleva en sus etiquetas; una columna periodística de Luis Alberto Contreras se tituló de esta manera; un equipo deportivo regional lleva el nombre de los Toros.
Removido de su sitio El Toro de Las Delicias, le fue cambiado el pedestal anterior de piedra por uno de mármol, con el argumento de darle altura contra el bandalaje.
Hace falta ubicar en su verdadero contexto e historia este hermoso monumento público Toro, al que hay que a querer y cuidar. Maracay también está en deuda con otro monumento que el óxido físico y el olvido va a hacer perder prontamente, se trata del conjunto de Marisol (1930), la escultora venezolana de trayectoria internacional, detrás del Museo de Maracay, señalado en varios libros de arte.
Marco histórico
San José de Maracay (1701-1743)
Las tierras aragüeñas se prestaron a la agricultura rentable de la caña de azúcar, cacao y tabaco, este último bajo el sistema del Estanco. Con los guipuzcuanos, en 1767, un nuevo rubro a la economía regional fue el cultivo del añil. Apellidos de grandes terratenientes como los Bolívar, los Mijares, los Rodríguez del Toro y los Fernández de León unen la etapa provincial con la etapa de la independencia. Los pomposamente llamados ubérrimos Valles de Aragua fueron muy apetecidos por su justificada fama.
Juan Vicente Gómez
A los cien años de la invasión de los sesenta —la llegada de los andinos al poder—, en 1999. los aragüeños recordaron el paso por Maracay del Benemérito J. V. Gómez. Compró su primera casa allí en 1902 y se establece en la ciudad a partir de 1912. Todos los caminos (las carreteras nacionales gomecistas) llegaban a Maracay, enclave geográfico de excelencia, escogida como sede del poder.
Maracay va a convertirse por antonomasia en la Ciudad Jardín de Venezuela. Las viejas haciendas se integran como zonas satélites o militares. Gómez reorganiza el ejército, siembra bases militares y funda la Fuerza Aérea Venezolana. Se construyen el Hotel Jardín (1928), a su frente está la Plaza Bolívar más espléndida y grande de Venezuela y la Maestranza de Maracay (1931), a remembranza de la plaza de toros de Sevilla. Importantes casas de habitación hay en el cuadrilátero. Residencias de campo hacia el sector de Las Delicias son levantadas, como “El Mirador o la 23 de Mayo” casa de dos plantas donde muere el Benemérito y la todavía vistosa “La Macarena” mansión de su hijo Florencio Gómez Núñez, adquirida por el estado.
Estas residencias campestres, desaparecidas algunas y otras en pie en el Nuevo Maracay, configuran un catálogo del gusto ecléctico de la época: evocaciones moriscas, sevillanas, faraónicas o planteamientos modernistas. A los arquitectos Carlos Raúl Villanueva y Carlos Guinand Sandoz se deben buena parte de los proyectos.
El Zoológico, las vaqueras y el Trianón
En 1915, J. V. Gómez ordena los primeros pasos para dar a Maracay un Jardín con especies animales. Vienen técnicos de Alemania y jerarcas del régimen como el general Pérez Soto, compilan especies de la fauna venezolana para la colección. La historia de El Zoológico de Maracay, una iniciativa que perdura, la recoge el cronista de Maracay Oldman Botello.
Durante esa “época en que los años pasaron, pero los días nunca cambiaron” —como escribe el historiador Ramón J. Velásquez—, hay testimonios de la reverencia que tenía Gómez por los animales. Desde los años tachirenses y colombianos, él fue un precoz y solvente hacendado. Como hacedor de riqueza promovió la cría y producción a través de los Presidentes de Estado, donde Aragua fue particularísima. En la prensa se cubren los encuentros de criadores y productores agropecuarios convocadas alrededor de Gómez, que en fechas patrias (24 de julio y 17 de diciembre, natalicio y muerte del Libertador) se reunían en Las Delicias frente a las vaqueras, famosas por su leche y mantequilla.
El Benemérito seguido del sempiterno grupito de amigos y cortesanos, en su paseo matutino se trasladaba a este lugar, la caravana de carros concluía siempre en el Trianón de Las Delicias. La gente que venía de todas partes del país se arremolinaba en este sitio de solaz para saludarlo, testimoniar respetos, solicitar favores o cargos.
El Toro de Las Delicias
Cuenta Luis Cordero Velásquez, historiador del gomecismo fallecido, en su libro Maracay la meca del gomecismo, Caracas, 1997, que: en las postrimerías del régimen y en cumpleaños de Gómez, un 24 de julio el niño Marcos Vicente Santana Gómez regala al abuelo una hermosísima escultura. La monumental figura de un toro gustó tanto al anciano que ordenó emplazarla en el Paseo de Las Delicias como punto visual, al fondo estaban el Zoológico, el Trianón y las viejas vaqueras del Lactuario Maracay. Al pie del pedestal gustaba el dictador recibir las salutaciones generalmente sentado.
El Toro de Las Delicias, desde entonces se hizo un icono de la ciudad de Maracay. Alrededor de éste se tejieron leyendas producto de inventiva popular y del miedo. Es verdad que “Juan Bisonte” llamó R. Blanco Fombona a su enemigo el dictador.  “Gómez... gozaba comparando su vitalidad y virilidad con la de los toros”. Pero ninguna asociación zootrópica adulatoria prueba en el origen del monumento. Hasta rodó el grotesco cuento que en las partes inferiores de la escultura se guardaban morocotas, lo que motivó el vandalaje. Hubo la versión asociada a los toros de casta de Guayabita, repetida por incautos porque no corresponde a la morfología del animal representado. Finalmente, se atribuyó por error a un artista equivocado.
Icono de Aragua
El Toro de Las Delicias se ubicó como símbolo. Con J. V. Gómez surgió en Venezuela y particularmente en Maracay “una clase media próspera y educada, que pronto aportaría su inteligencia al desarrollo del país”, dice el historiador Carlos Alarico Gómez López en su libro Los Sesenta. Historia de la hegemonía andina (1899-1945). Uno de los signos externos de ese auge y crecimiento social fue este monumento escultórico que engalana el Paseo de Las Delicias.

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