La distinción de ser matador de toros más allá de un máximo reconocimiento profesional, ha sido también sinónimo de una categoría social. ‘Matador de toros’, que rezaba en las tarjetas de visitas de quienes alcanzaban tan alto estatus. El que conseguían después de permanecer varios años en el escalafón novilleril, de superar una serie de festejos en plazas de primera categoría y después buscar un momento óptimo para dar el paso adelante, con el puchero de la pasión hirviendo. Por eso quien lograba ser matador alcanzaba máximo prestigio, aunque después no funcionase, como ocurrió a tantos. Porque llegaba a la alternativa un selecto grupo que se lo había ganado en el ruedo, no cualquiera –cosa que no ocurre ahora- y quien lo alcanzaba lo hacía con todas las bendiciones. De hecho hubo muchos novilleros con nombre –caso de Rafael Corbelle- que no fueron matadores de toros, e incluso alguno de ellos ganó dinero.
Hubo también el caso de otro montón de novilleros que llegaron con honores a la alternativa y luego no funcionaron. Un claro ejemplo fue el salmantino Flores Blázquez, que acabó de banderillero. Otro muy llamativo, el de Luis Alfonso Garcés –quien varias veces puso Las Ventas boca a abajo- y se retiró enseguida para dedicarse a los negocios. Pero fueron matadores de toros con todo respeto y merecimiento. Porque entonces se alcanzaba la alternativa con la categoría acorde para tal acontecimiento.
Alternativa de Manolo Amador, de manos de Curro Romero
y testificado por Corbacho. Entonces ser matador de toros
era un signo de distinción social.
Sin embargo en los últimos veinticinco años se han concedido las alternativas con tanta alegría que, en muchos casos, han tirado por el desagüe la grandeza que encierra ese acto. Porque muchas se han tomado como quien compra una póliza, sin que sirvan para nada, ni tampoco le den prestigio al nuevo torero, pero si se lo quiten a la propia Fiesta, que siempre atesoró la grandeza en sus blasones. Esa grandeza que han mellado quienes están dentro.
Y sirvan estas líneas por la cordura que acaba de demostrar el Ministerio de Cultura al suspender la alternativa que pretendía tomar El Roque, novillero salmantino, el próximo sábado en un pueblo de Cuenca. La han suspendido por no tener, de ni cerca, el número exigido y además por falsificar las actas.
Hasta ahí todo claro. Porque quien tome la alternativa debe hacerlo con todo lo que significa ser matador de toros y si no alcanza ese estatus tampoco se acaba el mundo. Y ahora ya, con todo caliente, no se debería perder tiempo y hay que poner en marcha una inspección para comprobar cuántos ‘matadores de toros’ recientes accedieron sin estar capacitados para ello. Es un asunto espinoso que merece una investigación, porque ser matador de toros es algo muy importante y en el último cuarto de siglo se había prostituido con decenas de alternativas sin ton ni son.
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