Ventura cortó dos orejas y salió en hombros
Sin suerte López Simón en su debut
Diego Ventura, en Cali I JULIÁN VELASCO
ALBERTO LOPERA
mundotoro.com
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Más de tres cuartos del aforo en Cañaveralejo vivieron con emoción todo el variadísimo repertorio del toreo a caballo en una auténtica cátedra dictada en el ruedo por Diego Ventura ante dos toros de distintas ganadería y comportamiento.
En su primero con el hierro de la corrida: Fuentelapeña, estuvo inmenso en la colocación de banderillas y el toreo de costado con el precioso Oro que relució más que nunca en la soleada tarde. Sensacional fue la actuación en su segundo, un toro muy serio con el hierro de Juan Bernardo Caicedo que al final se le premió cariñosamente con la vuelta al ruedo.
Ventura, quien revivió su gran triunfo del año anterior en esta plaza enloqueció a los once mil aficionados que de pies le jalearon al compás de la música la suerte de la garrocha, las farpas de castigo perfectas y las banderillas a una y dos manos con su cuadra espectacular luciendo como nunca. Y llegó al paroxismo cuando montó a Morante en cuatro cortas adornando el morrillo mordido por su caballo estrella. El efecto instantáneo del rejón mortal, tres segundos bastaron para ver caer a Ranchero el bravo ejemplar premiado con la vuelta a sus despojos. Dos orejas, ramos de claveles y los gritos de torero…torero en la triunfal salida a hombros de Cañaveralejo.
Lamentablemente la afición colombiana se quedó sin ver a López Simón el gran triunfador de la temporada española. Solo fue contratado para esta corrida en Cali, apenas destellos de su quietud y buenas maneras ante dos toros escasos de bravura que muy poco le colaboraron.
También hizo su debut el paisano Sebastián Ritter dejando magnífica impresión a pesar de haberse ido de vacío como su compañero alternante. El colombiano está sobrado de valor y buenas maneras, ejecutó las series de más calidad con mano baja y mucho temple en redondo ante el noble sexto toro. Faena de torero bueno, pero descompuesta al final por excesivo e innecesario alargue, causando las fallas con el acero y dejando ir una merecida oreja.
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