sábado, 4 de julio de 2020

CUANDO CARACAS TENÍA ORATORIO TAURINO Por Víctor José López EL VITO

Juan Fernández Curro Girón y Federico Núñez desde la izquierda  encabezan el grupo con Ítalo Nuñez, Chavito, Manolo de la Rosa, Pedruchito de Canarasi y Diego Martínez


La sala de fiestas Los Canasteros fue el sitio nocturno de los taurinos caraqueños a finales de los sesenta. Manolo de la Rosa era el propietario del lujoso flamenco, que quedaba en la mezzanina del Edificio Polar en la Plaza Venezuela. Manolo invirtió todo su capital en el tablao, todo el dinero de la venta de la Cervecería Las Cancelas, un restaurante que, por años fue, en Caracas, el centro de reuniones para un destacado grupo de aficionados taurinos. Mucho antes que El Mesón del Toro y del histórico Los Cuchilleros en la Avenida Urdaneta, que llegó a convertirse en el centro neurálgico en Caracas, de la vida taurina nacional de los venezolanos.
 Fue Las Cancelas el relevo de la Cervecería  El Maitena, en El Paraíso, donde Antonio Arriaga reunía los domingos a la gente del béisbol, que sus muy sabrosas paellas atraían a los aficionados a la pelota. fanáticos llegaban del estadio con la boca seca buscando el frío torrente de la rubia cerveza de sifón, tras una ardiente mañana entre los criollos del Cervecería de Caracas y “los turcos” del Magallanes.
Por la tarde eran aficionados a los toros.
Las Cancelas aún existe, pero no es lo mismo. En aquel Las Cancelas al entrar, a mano derecha y a lo largo de medio local había una barra, barra muy larga, que aún existe, entonces adornada por un muestrario de tapas apetitosas y variadas. Las paredes de Las Cancelas, hasta hace poco, estaban tapizadas con fotos del “Gordo” Villa, magnífico fotógrafo con quien integré la pareja para la cobertura de los toros en Meridiano, ocurrente periodista, atrevido ciudadano que en cosas de la política vernácula este maracucho no tenía paz con la miseria.  Villa se presentaba como “Un poeta prestado a la fotografía”, y en la plaza fue rival de El Gordo Pérez, José Sardá, y José Grillo, las estrella de El Nacional que junto a Hueck Condado, “Superman” de El Universal, los ases de Meridiano, El Pollo Sosa, Adaulfo Castillo, Iván Buznego y el Félix Castillo y de Últimas Noticias Pedro Arias y Joe Díaz  escribieron  aquellas páginas de cuando Caracas era más taurina que beisbolera.
 Además de las fotos de Villa las de Jensen Herrera, vestían las paredes de Las Cancelas. Jensen quiso se torero, y sabía torear, y destacó por su buen gusto para el reportaje taurino, y sabía hacer muy buenas fotos. Un par de murales del histórico Edmundo “El Gordo” Pérez en las paredes de la cervecería,  estelar lente de El Nacional, maestro de la brillante escuela de reporteros.
En Las Cancelas también se exponían las fotos de Juan García Solís, el más artista de todos los fotógrafos que apuntaban sus cámaras desde la escalinata que baja del palco de la banda a la arena de la plaza. Entre los murales, los carteles y las fotos, surgía la cabeza disecada del toro de la confirmación de la alternativa de Rafael Girón. Confirmación de manos de Pablo Lozano.“La muleta de Castilla” que  con el toro “Tomatoso” de Sánchez Fabrés, los santacolomas, ahora vetados por los veterinarios modernos en Las Ventas. Un Bienvenida, Juan Bienvenida, fue testigo de la revalidación de Rafael, segundo de la dinastía Girón, el 8 de junio de 1958.
Cuando había temporada taurina en Caracas, novilladas, Feria de Caracas, Corrida de la Prensa, Corrida de los Bombero, la Policía y la PTJ en Las Cancelas era el punto de reunión porque a Las Cancelas iban matadores, subalternos y apoderados de los toreros. Era sitio para la reunión de periodistas, por aquella época en cada diario o revista había un cronista de toros. Era la época cuando Caremis estaba en El Nacional, Cabello en el Universal, Federico Núñez en  La Esfera y luego en Últimas Noticias, Positivo en El Mundo, Guzmán Ramírez La Verdad.
Antonio Aragón y Papa Duarte publicaban las revistas Venezuela Taurina y Toros y Deportes. Las peñas tenían sus publicaciones, como la Eleazar Sananes, la Caracas, la Girondina, Los Cortijos, Los Curracos, y otras de breve vida y pronto olvido. Programas taurinos diarios en la radio, como el de don Alejandro Arratia Oses y deFederico Núñez con mucha fuerza y atención de los aficionados a su lema “la naranja nace verde y el tiempo la madur´…” como reza en tango de Francisco Canaro que, entre los tangueros caraqueños, que son muchos, puso de moda Carlos Roldán. Un programa de toros lleno de ilusión y de esperanzas para la pléyade de toreros que seguíann las huellas, para nosotros gloriosas, de El Diamante Negro, Alí Gómez, César Girón, Joselito Torres y Curro Girón y el torero del ejemplo, el Cóndor de los Andes, César Faraco.
Curro Romero, Diego Puerta y Paco Camino fueron buenos clientes de Manolo de la Rosa, en especial el maestro Camino. Amistad que le dio sitio a de la Rosa en los toros.

Aquella Caracas era otra cosa, tenía su ambiente mucho de las capitales españolas. Manolo de la Rosa vestía guayabera, bien planchada y almidonada de blanquísimo hilo. Prenda bien cortada, difícil de llevar, pretendiendo ser gracioso, pues si no se nace con gracia no se puede. Manolo cambiaba la guayabera hasta tres veces por día, dejaba tres botones libres de la botonadura, sueltos con arrogancia intencional de mostrar un mazo de medallas de oro que colgaban de una gruesa cadena de oro. Pantalones en línea, sin arruga. Zapatos de cabritilla, lentes de sol, como los de Manolete, los de Camará, de esmeraldinos vidrios insertos en una montura de carey. Le daban a de la Rosa su aspecto de arrogante ostentación que se acentuaba cuando arremangaba las mangas de la guayabera, con uno o dos golpes del puño para lucir con arrogancia un finísimo reloj pulsera. Era el punto sobresaliente de éxito del indiano, cuando esgrimía para su encendido el fino rubio importado por el eterno fumador.
 Manolo aparecía en Las Cancelas por las tardes, para compartir con sus amigos los toreros. Pontificaba su erudición como taurino, experto conocedor del cante, un águila en el póker, el mus y el dominó cuando por ahí caían Parrita, Pedruchito, y Juanito Campuzano y los aficionados que se acercaban a saludar a sus ídolos.
 Las reuniones de taurinos, designación de premios, organización de corridas, contrataciones, estafeta de correos o simplemente un sitio para la cita eso era Las Cancelas, el lugar taurino de la ciudad con más categoría. Buenos y muy entendidos aficionados como el doctor Tobías Uribe, que se reunía con otro conocedor como el doctor Manuel Torres, protestaban muchas veces porque les asediaban aficionados chalaos con preguntas que más que destapar dudas interrumpían sabrosos palíques que solo interesaban a sus contertulios.
Las Cancelas fue punto estratégico para comprar El Ruedo, Dígames y el Ya, tres periódicos que junto a las entradas para las corridas de toros o novilladas semanalmente reitiraba el estudiante de derecho Eloy Anzola, hoy eminente jurista y entendido aficionado, quien ante su pariente francés, François Zumbiehl, filósofo curtido en sabiduría taurina aficionado que considera la fiesta de los toros como “un viejo cuento de hadas”. 
Igual se veíamos a Lola Flores, sentada sorbiendo un café. Lo mismo que Pedrito Rico, refrescándose con una caña, o los integrantes de Los Chavales de España devorando un gigantesco arroz paella y, en un rincón afinando una guitarra, Paco de Lucía en días que estaba anunciado en los carteles del Teatro Nacional.
Las Cancelas fue en días de temporada una especie de sitio para el culto de las grandes figuras del toreo universal. Un oratorio, diría. César Girón y su representante Julio García Vallenilla, convirtieron la cervecería en las primeras horas de algunos días de la semana en oficinas. Curro Girón, asistía con mayor asiduidad por su freecuencia y puntualidad junto al Negro Silva, su apoderado Chavito, el que “sin saber hacer la “O” con un canuto llevó a Curro a la estratosfera con sus 84 tardes en una sola temporada en ruedos españoles. Empresarios y taurinos de la jerarquía de Manolo Chopera, Sebastián González, “Huevofrito” Sánchez Mejías, Diego Martínez, los hermanos Pepe, Manolo y Rafael Camará, este se quedó en Venezuela y llegó a vivir en Maracay como experto en el cultivo y explotación del tabaco … Domingo González Dominguín y Pepe Dominguín se dejaban ver por Las Cancelas, mientras de Luis Miguel Dominguín vivía una cuarentena personal en casas de sus amigos Palacios en el Country Club. Ni hablar de los ganaderos, de México con los hermanos Javier y José Antonio Garfias de los Santos  y don Reyes Huerta Velasco, acompañados por Abraham Ortega. Los colombianos Ernesto Gonzalez Caicedo, Antoñito Garcia, y los ganaderos venezolanos como Alberto Ramírez Avendaño, Sebastián González, Oscar Aguerrevere , Cayetano Pastor … En fin, gente del toro que convirtió en cátedra el oratorio caraqueño.
La historia de Los Canasteros, es otra. Tiene mucho de maldición gitana y, por eso, de ella conversaremos otros día…

2 comentarios:

  1. ¡Un muy bello relato! Gracias.
    Maestro: Las Cancelas tuvo, primero, la barra a la izquierda. No recuerdo en qué año fue colocada a la derecha, donde está hoy. En ruinas, vale decir.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar