viernes, 17 de julio de 2020

AQUELLA NOCHE, LA TARDE CUANDO TRIUNFÓ EFRAÍN Por Víctor José López EL VITO




Caracas se animó cuando Chopera anunció de la presentación de Curro Vázquez en el Nuevo Circo, con Manolo Martínez y Efraín Girón. 

Sebastián González trajo, para esta ocasión, un encierro de berrendos de Santo Domingo, toros de don Manuel Labastida, importante ganadero potosino.


Curro Vázquez había sido aquella temporada la sensación de la novillería en la muy competida temporada española. El de Linares, traía en su expresión aires de Ronda que contrastaban con su juventud y risueña presencia. 
Curro vino a Caracas, con el mal sabor de la tarde de  Carabanchel en la espuerta. Aquel percance sufrido en  Vista Alegre, La Chata de Madrid, fue una horrorosa cornada  la tarde de su alternativa que pronosticaba el final de una carrera que ilusionaba.

Manolo Chopera se encargó de la temporada de Curro Vázquez en América, acordó con El Pipo su presentación en Venezuela. Esta reaparición de Curro Vázquez estaba llena de dudas y pocos creyeron que el torero respondería dada la gravedad de la cornada. 
Manolo Chopera, siempre prevenido a todo, le encerró la tarde antes del festejo un novillo de una ganadería colombiana que había sobrado de la temporada caraqueña de Taurivenca, la empresa de Gregorio Quijano,  para que la prensa caraqueña le viera al rubio torero y juzgara sus condiciones ya que la prensa negra, siempre presente, dudaba de ellas. 
La corrida de los berrendos de Santo Domingo fue de las tardes memorables que hemos vivido en Caracas.
Manolo Martínez sufrió una dolorosa lesión al caer al suelo, a causa de una voltereta durante la lidia de su segundo toro. El toro le pisó la mano derecha, destrozándole la muñeca y provocándole una grave lesión en el escafoides, una lesión que arrastraría hasta el final de sus días. Incluso se llegó a temer que podría quedar inútil de la mano derecha del regiomontano y hasta se habló de que había terminado su carrera como matador de toros. De por vida sufriría Manolo de este lamentable accidente.

Efraín Girón tuvo ese día su gran tarde en Caracas. Fue la tarde de su vida.
Cortó cinco orejas y un rabo, salió a hombros por la puerta grande y se colocó en figura del toreo... Apenas por una semana.
 Su carácter díscolo, irreverente y agresivo, su falta de amor propio y la falta de ambición fueron indudablemente los  factores inmediatos que le bajaron en un santiamén del pódium de los triunfadores.

Con los toros de Santo Domingo las cosas no se le dieron bien a Curro Vázquez y por ello Manolo Chopera regaló un sobrero de Javier Garfias a Curro Vázquez en un afán de darle oportunidad para que reventara el joven rubio en su arte y calidad. Manolo Chopera sabía quien era Curro Vazquez, y  Curro era la  carta básica para la temporada americana del empresario donostiarra. 
El sobrero fue un toro que trajo a Venezuela Manolo Martínez, era el famoso  séptimo cajón. Lo hizo con la intención de regalarlo, en caso de que no hubiera estado afortunado ante la bien armada corrida de don Manuel Labastida.

La ganadería de Javier Garfiasvivía un estupendo momento, Su dueño, don Javier Garfias de los Santos , pocas veces se equivocaba cuando cantaba un toro... y este cárdeno era de los "cantados" con voz de gallero convencido. Ante el toro queretano Curro Vázquez estuvo inspirado, en segundos puso la plaza boca arriba. Su capote se reveló aquella tarde caraqueña, cuando los matices tropicales de fin de año le dan un grato esplendor y transparencia polícroma al Valle de Caracas. Igual el temple de su muleta, con la sarga Curro Vázquez cautivó a los asistentes. 
La ciudad le descubrió al mundo americano, una dimensión distinta de un gran torero. De no haber fallado con la espada aquella tarde, en aquel toro y después de aquella faena no sé que habría ocurrido. Curro perdió los trofeos, pero el rubio diestro de Linares será recordado mientras viva, por algún testigo que aún viva, de tan hermosa obra de arte taurino. 
Curro Vázquez estaba alojado en el Hotel Tampa en Sabana Grande, cuando bajó a Il Fornaretto el ¡ristorante! , Curro y su cuadrilla tropezaron con la celebración del triunfo de Efraín. Reunidos en  en una mesa muy grande los amigos con justicia y derecho festejaban. 
Humildemente y sin que notaran su presencia Curro Vázquez se sentó en mesa aparte con su cuadrilla. Al sentarse, distinguió a lo lejos la figura de César Girón, hermano mayor de Efraín y líder de la dinastía. César no festejaba. No participada en el jolgorio. Permanecía incólume, parado recostado a la barra. Curro sintió que César Girón no le quitaba la vista, y por más que él, Curro Vázquez, intentara dejar de verle, Girón no dejaba de mirarle hasta que sus ojos se encontraron. Cuando esto ocurrió, César Girón abandonó su sitio en la barra y se dirigió donde Curro Vázquez estaba con su cuadrilla.
 El de Linares se levantó en señal de respeto hacia el maestro pero, en vez de encontrar camaradería, César Girón levantando en inequívoca señal de amenaza su dedo índice le preguntó a Curro Vázquez si sabía quien era él.
–Claro maestro claro que lo se: usted es César Girón.
–Sí, César Girón, no Efraín. Agrego César, e hizo énfasis con un remate:
-César Girón, recuérdalo.
El maestro dió media vuelta y dejó la sala del restaurante.

 Al día siguiente Curro Vázquez compartió cartel con él en Valencia cartel en la corrida.
Y César cumplió su advertencia y fue el triunfador de la corrida de presentación de la divisa de Bella Vista, cortando dos orejas.  Pasaron los días y cada uno de ellos, con letra firme y segura escribió su propia historia:
Girón, grandeza americana, figura grandiosa de la más bella fiesta. 
Curro Vázquez, figura histórica del toreo y torero de Madrid.

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