jueves, 19 de septiembre de 2019

RECUERDO DE LA NOCHE TAURINA CARAQUEÑA Por Víctor Jose´Lopez EL VITO

 
Juan Fernández, "Morenito de Málaga"; el Maestro Curro Girón, Federico Núñez, Ítalo Núñez, Chavito, apoderado de Curro Girón, Manolo de la Rosa, Pedrucho de Canarias y Diego Martínez, apoderado de Curro Romero una tarde en Las Cancelas, Sabana Grande en Caracas.

Por EL VITO
Hoy está de moda “lo retro”, regresar al pasado por el camino de los recuerdos. Moda que impone la situación a la que “los progres” del socialismo condujeron a la sociedad venezolana, metiéndonos de cabeza en el socialismo sin derecho a la protesta a pesar del evidente fracaso. Los taurinos, que no somos excepción, también existimos en el recuerdo. Remembranza de situaciones y de sitios que sirvieron para alimentar nuestra afición, como fueron salas de fiesta como aquella célebre de la Plaza Venezuela “Los Canasteros” aquel sitio de encuentro de los taurinos caraqueños. 
Era la ciudad de Caracas, la ciudad de Curro Girón 
Manolo de la Rosafue  el propietario Los Canasteros, tablao restaurante ubicado en la mezzanina del Edificio Polar, en la Plaza Venezuela. Manolo había invertido en Los Canasteros todo el capital que obtuvo con la venta de Las Cancelas, el restaurante que por muchos años fue centro de reuniones para los aficionados caraqueños y atracción turística de la ciudad. Las Cancelas tenía una barra larga, adornada con un apetitoso muestrario de variadas tapas. Las paredes del local, tapizadas con fotografías de dos firmas taurinas de la fotografía: el maestro Manuel Medina Villasmil "Villa" –... un poeta prestado a la fotografía, era su saludo de visita–, y el novillero Jansen Herrera, fotógrafo colombiano radicado en Venezuela, que llegó a la profesión de fotógrafo y a la especialización taurina por el camino del intento de querer ser torero. Además, murales de El Gordo Pérez, fundador de la escuela de los reporteros gráficos del diario "El Nacional" y fotografías muy curiosas, con agudo sentido estético, de Juan García Solísel más artista de todos los buenos fotógrafos taurinos venezolanos. 

Enfrían Girón la tarde de las 5 orejas y un rabo a los toros de Santo Domingo en Caracas

Aquellas paredes de Las Cancelas eran una especia de museo de los toros en Caracas. Adornado desde que Manolo de la Rosa era su propietario, con cabezas disecadas de toros de lidia y carteles de corridas famosas. Allí todavía permanece, entre otros trofeos, la cabeza del toro con el que confirmó la alternativa Rafael Girón.Un astado de Sánchez Fabrés, célebre divisa salmantina con sangre de Santa Coloma. 
Cuando había temporada taurina en Caracas, se reunían los toreros españoles en Las Cancelas. De tarde, luego de comer, jugaban a los naipes y al dominó. A la entrada del restaurante había un kiosco de revistas, uno de los sitios dónde vendían El Ruedo Dígame, los jueves, cuando llegaban las esperadas revistas taurinas. 
Pedrucho, Juan Campuzano y Parrita, toreros, empresarios y taberneros, todo por una atrevida y obcecada afición por la fiesta 
Los aficionados nos reuníamos en la barra de Las Cancelas para revisar las noticias taurinas, conversar en amena tertulia, mientras nos refrescábamos con una lisa bien fría que rociaban sabrosas tapas de tostados boquerones fritos o en una vinagreta de un vivísimo y luminoso plateado. 
Curro RomeroPaco Camino, sobre todo el segundo, fueron muy amigos de Manolo de la Rosa, convertido, gracias al restaurante, en un personaje muy conocido y popular en Sabana Grande y en la Avenida Casanova, donde estaba otro bar, muy taurino y chiquitico que administraba "El Chino de Cádiz".Este formaba parte de aquella bohemia caraqueña, que se fue con la identidad de la ciudad cuando la invasión de la marginalidad de las capitales suramericanas se hizo del Valle de Caracas y la transformó en un inmenso y fétido mercado de buhoneros. 
Aquella Caracas era otra, tenía mucho de las capitales andaluzas y la noche se sentía cálida y perfumada por los árboles en flor de sus calles y avenidas que invitaban a la canción, a rasgar guitarras y amanecer hablando entre amigos. Una bella ciudad del Caribe, preñada de aroma de bohemia. 
Manolo de la Rosa fue una especie de representante de Paco Camino en Venezuela. Lo hizo en las inversiones que el maestro realizó en tierras venezolanas, que fueron muchas. Manolo fue protagonista activo del sonado "affaire" del divorcio de Paco Camino y de Norma Gaona, una guapísima mujer, hija del empresario mexicano doctor Alfonso Gaona y madre de nuestro amigo  Francisco Camino Gaona, el hijo mayor convertido hoy en empresario y apoderado taurino entre diversas ocupaciones. Camino Gaona, apreciado amigo, ha sido un destacado beisbolista. Paco Camino casó más tarde con María de los Ángeles,madre de Rafael Camino, torero con doctorado, y en el otoño de su vida volvería a divorciarse entusiasmado por otro amor más primaveral. 
De la Rosa vestía siempre una limpia, bien planchada y almidonada guayabera de hilo blanquísimo y mangas perfectamente cortadas. Esa prenda difícil de ver y sobretodo de saber llevar. 
Manolo se daba el gusto de cambiarla dos y tres veces diarias, con tal de no lucir desaliñado. La guayabera desabotonada en los tres primeros botones para con arrogancia lucir un mazo de medallas insolente que colgaba del cuello reuniendo todas las vírgenes del cielo andaluz. Zapatos de dos tonos y de cabritilla, estilo poco usual en Venezuela, le daba un carácter españolísimo, lo que a de la Rosa llenaba de orgullo. Lentes de sol de vidrios esmeraldinos, insertos en una fina concha de carey, que le daban a Manolo de la Rosa un aire a don José Flores "Camará".Perfumaba y explotaba su figura con un halo de costosos perfumes de importada lavanda. Un reloj pulsera, de oro, muy llamativo, y una esclava también de oro, gritaban a los cuatro vientos su bonanza económica de la que presumía con arrogante ostentación, esgrimida entre cigarrillo y cigarrillo de empedernido fumador. 
Monolito Rodríguez era el novillero triunfador en Caracas, y  junto a Luis Segura y León Espinoza acompañan al ganadero y empresario Luis Gandida Villarreal en Mérida 1968, sembrando la fiesta.

Todo cuidadosamente cuidado para aparentar mucha gitanería. Manolo aparecía en Las Cancelas a mitad de la tarde, para compartir con sus amigos los toreros. Gustaba de pontificar y presumía de erudición como aficionado al cante, a los toros, al póker, el mus y al dominó. Por allí caían el catire Alfonso Álvarez, Manuel Vílchez ParritaPedruchito de Canarias, también Juanito Campuzanoy algunos aficionados que deseaban acercarse a los ídolos. Las reuniones de taurinos, designación de premios, organización de corridas, contrataciones, estafeta de correos o, simplemente, el sitio para la cita era en Las Cancelas, el lugar taurino de la ciudad con más categoría. 
Igual veía usted a Lola Floressentada sorbiendo un café, lo mismo que a Pedrito Ricorefrescándose con una cañita, o a los integrantes del grupo Los Chavales de Españadevorando un gigantesco arroz paella. 
El hispanófilo que llegaba a Caracas, sabía que la cita era en Sabana Grande, en Las Cancelas. Cuentan que Manolo de la Rosa vendió el local de Las Cancelas por una bagatela, cuando se le metió entre ceja y ceja que la estrella del local era él y no el punto o el mismo restaurante. Cuentan que tiró por la borda la fortuna que valía Las Cancelas por unos cuantos bolívares para fundar en el edificio Polar el “Tablao de Los Canasteros”,a imagen y semejanza del que administraba Manolo Caracol en Madrid. 
Entre las atracciones que contrató Manolo para la temporada inaugural de Los Canasteros estaba Gabriela Ortega, "Heraldo de la España eterna". Declamadora célebre. Emparentada con los “Gallos”. Era la hija del Cuco Ortega, que había casado con otra Gabriela, la hermana de Fernando GallitoRafael el Galloy de Joselito el Gallo. 
Gabriela Ortega era hermana del matador de toros Rafael Ortega Gómez, “Gallito”,conocido entre los taurinos como “el gallino”. Torero artista, con mucha personalidad que a pesar de su origen gallináceo nunca llegó a “gallo” y eso que se anunciaba “Gallito”.  
Los hijos de Manolo CaracolEnrique, Lola y Manuela Ortega,el famoso Arturo Pavóncasado con Luisa Ortega Gómezy, además, los mejores cantaores, palmeros y bailaores de los cuadros flamencos madrileños estuvieron en la inauguración de Los Canasteros. El espectáculo fue de primera. Difícil reunir tan magníficos artistas en el mundo, lo digo sin exageración, e incluyo a las salas de fiesta de mayor jerarquía en Barcelona y Madrid. La noche del estreno el destacado constitucionalista y líder del partido de oposición Unión Republicana Democrática, Jóvito Villalba, compartía mesa junto al escritor y propietario del diario El NacionalMiguel Otero Silva. Con ellos el publicista Regis Etievan,ocupaban una mesa muy cerca del tablao. Eran los días de la plena identificación de la fiesta de los toros con los intelectuales como el maestro López Méndez, el poeta  Antonio Aparicio y el doctor Uslar Pietri, junto a los hermanos Palacios Herrerapresentes en las barreras y palcos en la plaza de Caracas, con La Nena WinckelmanJulio y Carlitos García Vallenilla,el doctor Germán Salazar, Arminio Borjas, Tobías Uribe, Valentina García de Azpurua, Sebastián González, los hermanos Santander, Carlos Jaén y Francia Natera,el capitán José Luis TarreElías Borges, los hermanos Isidro y Carlos Moralesy otros que se me escapan de la memoria. 
Aquella noche de inauguración se reunieron algunos de los caraqueños más distinguidos en casa de Manolo de la Rosa. La noticia era la contratación de Antonio Ordóñezpara la Corrida de la Prensa, junto al albaceteño Dámaso González, que había triunfado en enero de aquel año 71 en la Feria de San Cristóbal. Seis orejas y dos rabos cortó Dámaso en San Cristóbal, temporada organizada por Manolo Chopera y Sebastián González en sociedad conHugo Domingo Molina, el gran empresario y ganadero bastiónde la fiesta en occidente.Fue la feria del debut en Venezuela de la ganadería de José Julián Llaguno,la tarde del debut en Venezuela de esta gran dehesa mexicana, y con los estupendos toros de Bellavista, que lidió en compañía de Efraín Girón,otro triunfador en aquella Feria de San Sebastián a la que asistieron, además de Dámaso, el jovencísimo “Paquirri”, Angel Teruel, Antonio Ordóñez, Manolo Martínez, Curro y Efraín Girón, César Faraco, con toros de primerísimas ganaderías aztecas y colombianas. Cubrimos con el “gordo Villa” las corridas de la feria. Dámaso llegó al Táchira herido. Una cornada le atravesaba el muslo y debía inyectarse para aliviar el dolor y así poder salir a la plaza. Una foto de Villa, que publicamos en Meridianoal día siguiente de su llegada a San Cristóbal, mostraba cómo el médico metía la mano por el boquete de la herida y cómo asomaban los dedos por el otro lado del muslo herido. Dámaso fue un león. Su valentía no tuvo parangón. 
Duró poco la dicha de Los Canasteros. La falta de una afición sincera por el flamenco golpeó al negocio con el que Manolo de La Rosa pretendía darle a Caracas un sitio en el universo de la fiesta, del arte y muy en especial en ese exigente baile universal. Supe un día que Manolo de la Rosa montó una pensión en Tucupita, en el Delta del Orinoco, reducto escondido del fracaso, luego de su descalabro en la tasca El Rey Chico, al final de Sabana Grande. 
Sus últimos días fueron lamentables, porque murió en total ruina y desamparo. Sin un amigo, con muchos recuerdos y muchos vales firmados que nunca llegó a cobrar. 


Y Maracay llenaba su plaza con la convocatoria de los toreros de la cantera del Calicanto, torero de mucho cartel y gran afición.


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