CON
TORREÓN DE CAÑAS
RECORDANDO
A VELÁSQUEZ
EL VITO
Dos jóvenes toreros y una divisa desempolvaron gratos
recuerdos. Torreón de Cañas, la de
aquellos tiempos de la temporada 1944 – 1945 en La Condesa, cuando Antonio Velásquez prácticamente desahuciado tiene en su
haber la gloriosa anécdota de cuando brilló como un sol en la
corrida nocturna de la Oreja de
Oro.
Toño
Velásquez había entrado en el cartel por una sustitución. Fue
a David Liceaga, metiéndose
el leonés en el cartel por una rendija. Lo hizo ganándole un volado
a Arturo
Álvarez “Vizcaíno”. Aquello ocurrió la noche del 9 de marzo
del 45, y ocurrió con el quinto toro de Torreón de Cañas Bravo toro
de nombre Cortesano, número 11,
al que Velázquez le cortó el rabo.
De resucitado a figura del toreo.
Los días
cuando Cortesano y Velásquez eran los días de la lucha del
abuelo del potosino Fermín
Rivera.
Aquel Rivera Malabar, exaltado
por Agustín Lara en el
pasodoble “Novillero” y que
sería el cuñado el bilbaíno Martín
Agüero. Soberbio estoqueador el vasco, del que nada heredó su sobrino
nieto. Rivera escuchó el domingo tres trompetazos.
Fue Fermín, el padre de Curro Rivera, y fue torero de raza y de casta que se atrevió
invadir los terrenos de Manotee en España. Lo hizo sin complejos, fue
en Aranjue, cuando presentó su tarjeta de visita a la afición española. Sin
otro aval que el de echarle ganas.
Tarde de toros la del domingo en la Plaza México, sexta de
la Temporada Grande. Tarde de toros con presencia, bravura, problemas y
emociones los cuatro toros de Torreón de Cañas. Tarde aprovechada
por Juan Pablo Sánchez, que
también trae en su identidad profesional el ser miembro de destacada dinastía
con más de 60 años de historia taurina de Aguascalientes. Dinastía que
fundó José Sánchez en
competencia con Rubén Salazar,
hoy olvidado, pero que ayer fue idolatrado y hasta admirado, como me lo comentó
en varias oportunidades, por el maestro Paco Camino.
Y Cartagena.
Andy Cartagena,
sobrino de Ginés Cartagena, aquel rejoneador
considerado tremendista por que se atrevió quebrantar cánones y cortesías en el
toreo a caballo, no impacta como lo hizo su tío, aunque la legión de
aficionados al caballo en México lo acepte con afecto.
Fue la sexta de la temporada, tarde de revelación
para Juan Pablo, que más de confirmar su temple y buen gusto en la
ejecución de las suertes ratificó que anda por el hombrillo de la autopista que
pudiera llevarle al sitio de figura de la fiesta.
Tarde que será un mal recuerdo para el nieto de Fermín
Rivera, el sobrino de Curro, al que por no haber heredado habilidad y
talento de Martín
Agüero escuchó tres avisos en su segundo enemigo.
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