ANTES DEL
PUNTILLAZO
LA PURA VERDAD
La
no planeación de la temporada de novilladas en la Plaza México, no se iba a quedar sin consecuencias y una de
ellas es que el serial de invierno
tuviese que esperar turno de arranque hasta el domingo pasado, fecha en la que
se subrayaron varias cosas, la primera es que el copete del embudo de concreto
sigue siendo desairado, la otra situación pues fue la reiteración de que
el ‘Juli’ sigue haciendo lo que se le
da la gana, como lo demostró al llevar un encierro que no le apretara y
llevársela templadita, o como dicen por acá; peladita y en la boca, luego pidió
que le completara la marquesina un toreo
al que ahora los españoles lo están agarrado pa’ ir cómodos, J. G. Adame Montoya.
Mas
como en este país todavía hay críticos serios y creíbles, el lunes se hicieron
sentir las criticas verdaderas, esclarecedoras, coherentes, libres, que brotaron de mentes excelsas ¡sí! pero
también puras, sencillas y es que las evidencias cuando se están viendo, no
hace falta mucho pa’ llamarlas por su nombre y así lo hicieron, primero en la
plaza quienes tienen conciencia de que la fiesta antes que nada requiere de un
animal con bravura, la que se tiene o no se tiene y es la que da pie a que
surja el poderío, el arte, la técnica, la enjundia y desemboque en la aceptación, por eso lo que hizo ‘Juli’, como
no lo hizo ante un toro con bravura, es como no haber hecho nada.
Y
esa palabra aceptación, es la que no se dio el domingo, pues la gente en buena
tajada no acepto el comportamiento de los toros, dóciles, sosos, bobalicones,
sonajeros, metiendo por delante la lengüita y
decir que la sobrada comodidad del madrileño, no vale lo que se paga por
verlo, el caso de J. G. Adame Montoya, va en el tenor de que por principio de cuentas
no es un torero para la plaza capitalina, por la forma en que ejecuta sus
rutinas y si a ello le sumamos sus expresiones fuera de cacho y las expresadas
por sus defensores que van desde señalar
que la afición se portó injusta o aquellas otras que califican al público, que
no aprueban al torero como reventadores y cobardes, cuando precisamente por no
haber reventado al sistema desde hace años, está la fiesta, como está.
Por
ello antes del puntillazo letal, hay que
pugnar porque si ésta se va acabar lo sea siendo una fiesta verdadera en el
toro, en los toreros, en las plumas y micrófonos, para que el día de mañana
nadie se avergüence de nosotros.
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