jueves, 25 de agosto de 2016

JORGE ARTURO DÍAZ REYES Diego Urdiales firma una faena exquisita REVISTA DE PRENSA

BILBAO 5ª CORRIDAS GENERALES

Diego Urdiales firma una faena exquisita
(Crónica de Barquerito)

Un trabajo impecable, sencillo pero solemne, de rico compás y torería sin artificio. Y un bello toro berrendo en colorado de Alcurrucén, bravo y noble, premiado con la vuelta al ruedo y arrastrado sin las orejas. Lote muy deslucido para Morante. Prometedor debut  de Ginés Marín en Vista Alegre 
 
Urdiales y "Atrevido". Foto: Arjona, www.aplausos.es
NI UN SOLO TORO NEGRO entre los siete de Alcurrucén que saltaron a la pista. Colorados, castaños, lombardos y un berrendo en colorado de pinta muy particular que, segundo de la tarde, fue por todo un poco el toro de la corrida. El que partió plaza, cinqueño, frío y asustadizo, tres varas pero sin emplearse en ninguna de las tres, encogido y frenado, apalancado, las manos por delante, no admitió ni medio en serio cuatro muletazos medicinales de Morante, muy despaciosos los cuatro. Mísera ración, pero no daba más de sí la cosa. Los cuatro lances de brega con que José Antonio Carretero lo había logrado fijar de salida, excelentes, resultaron un espejismo: fue toro de no darse nada. Nada de nada. Y no fue el único.

Solo con ver moverse ligero al berrendo cambió el paisaje, pues, a pesar de echar de partida las manos por delante y de cumplir sin pelear en dos varas, el toro se estiró después de sangrado. Un primer puyazo perfecto. El brochazo de sangre parecía una de las contadas manchas coloradas del lomo. Proporción altísima de la pinta berrenda que en la arena cenicienta de Vista Alegre relucía como la nieve. 

El toro, su pinta y su son. Y el garbo de Diego Urdiales que, airoso en un saludo por mandiles antes de varas, estuvo puesto y compuesto tras un brevísimo tanteo. A la segunda raya enseguida, pero sin prisas, pues la faena, muy redonda y seguida, fue, entre otras cosas, de notable paciencia. La paciencia fue calma. La calma, toreo muy despacioso. Y por despacioso, de buen compás. En la mano el toro desde el primer viaje. En la mano diestra, y en tres tandas ligadas en el sitio, de cuatro y cinco, y el remate, con el cambiado, o un cambio de mano para abrochar con el natural, o el de pecho clásico ajustado sin trampa desde el enganche mismo.

El temple fue sedante para el toro. Por si tenía más nervio de lo aparente. Lo tenía. Pero por la otra mano. La izquierda. Por ahí tuvo el torero de Arnedo que apretar. Una primera tanda en línea, menos brillante que cualquiera de las tres previas en redondo. Una segunda de caro asiento, pero sin terminar de soltarse: el muletazo ayudado del repertorio antiguo, de plástica tan severa como el natural suelto y desnudo. Un pausa, un pequeño corte. 

La faena se subrayó con un clamor constante, pase a pase, y paso a paso. Antes de volver a la mano derecha, un molinete de apertura de tanda. La única ventaja que se tomó Diego en un trabajo de impecable costura. Y la guinda y sorpresa antes de la igualada: una última tanda con la izquierda de acento virtuoso. Una estocada sin puntilla. Dos orejas. Vuelta al toro, que no había llegado a enganchar telas ni una sola baza. Por el turno de salida y sorteo, por la estampa pese a ser toro bizco o tal vez por serlo, por el son sencillo y la transparencia de la faena, y hasta por la manera de morir de bravo. Por todo eso fue el toro lo que fue: una gloria. 

Los cuatro restantes del desfile –cinco, contando el devuelto, segundo de lote de Urdiales- no tuvieron, salvo las pintas rubias o los lomos pardos, nada que ver con ninguno de los dos primeros. Muy abierto y descarado el tercero, cabriloco, blando en el caballo, mirón, probón, revoltoso, de venir al paso con una desgana monumental, la cara por las nubes, la antena puesta, aire defensivo y buscón. No era el toro soñado para debutar en Bilbao, pero no quedó otra. El debut de Ginés Marín tras confirmarse la baja de Roca Rey. Un debut muy digno  Al toro del triunfo le había hecho un quite por chicuelinas de llamativo ajuste. 

Al tercero, que no dejó de huirse, no pudo ni tomarle la temperatura y, sin embargo, antes de cambiar la espada decidió pegar una serie que sonó a mera justificación pero saldada en redondo en tanda soberbia. Un pinchazo y una estocada capón sin apurarse. Gustó el torero de Olivenza.

El cuarto, colorado lustroso como el primero, se emplazó de salida, y lo hizo en la misma boca de riego. Y, de ese modo, todos los terrenos, suyos. Los públicos de plazas grandes han perdido la costumbre de ver a un toro emplazarse tanto y se corrió un rumor de rechifla. No le fue ni  llegó nadie, hubo que esperar. Tras la espera, una oleada en arreón brutal que estuvo a punto de concluir con salto al callejón de costado –muy altas las barreras de Bilbao, imposible- y un ataque ciego en tablas a Morante, que, casi arrollado, sufrió un desarme. Aunque no era su turno de brega, Carretero volvió al tajo para, en los medios, fijar y sujetar a la fiera, pero no del todo, porque el toro huía hasta de su sombra. De todos los capotes y capotazos se soltaba correteando, se blandeó en tres varas que tomó corrido, desparramó la mirada y, como era de esperar, Morante salió con la espada de acero y sin contemplaciones. Un pinchazo, dos medias tendidas y hasta el año que viene.

Se vino abajo el espectáculo. El quinto, fuera de tipo, perdía una mano al correr. Lo devolvieron. Al sobrero, cinqueño, fuera de tipo también, lo fijó Urdiales con siete lances de tablas a los medios puro primor. Toro distraído, rebrincado y topón, la cara por encima del engaño. Breve Urdiales. Y un sexto cinqueño, ofensivo, que hizo sonar los estribos en dos puyazos y sacó en la muleta aire incierto. Ni dos viajes fiables seguidos. Más de un mamporro. Dos o tres cornadas al aire. Guasa. Le anduvo con aplomo, recursos e ideas impropios de torero novel Ginés Marín. Tragón, encajado, seguro a pesar del recelo de medias embestidas en la media altura. Buen trabajo. Brillante final de frente, muleta diminuta, el toro al fin gobernado, dos gloriosos pases de pecho, una tanda de manoletinas, una buena estocada al segundo intento.

FICHA DE LA CORRIDA
Bilbao, 24 ago. (COLPISA, Barquerito). 5ª de las Corridas Generales. 10.000 almas. Templado, soleado. Dos horas y veinte minutos de función. Diego Urdiales fue sacado a saludar al tercio después del paseo en reconocimiento y recuerdo de su gran triunfo de 2015 en esta plaza. Seis toros de Alcurrucén (Pablo, Eduardo y José Luis Lozano). El quinto, jugado de sobrero. Premiado con la vuelta al ruedo el segundo, Atrevido, número 70.
Morante de la Puebla, pitos y bronca. 
Diego Urdiales, dos orejas y silencio. 
Ginés Marín, que sustituyó a Roca Rey, saludos y vuelta al ruedo.

Brega muy distinguida de José Antonio Carretero. 

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