jueves, 21 de mayo de 2015

BARQUERITO: CORRIDA DE LA PRENSA , MADRID

MIÉRCOLES, 20 DE MAYO DE 2015


NOTICIAS CRONICATORO.COM

Actualidad Taurina, la Web de Jorge Arturo Díaz Reyes

MADRID 13ª SAN ISIDRO

Un jandilla de vértigo
(Cónica de Barquerito)
Foto: Muriel Feiner, www.burladero.tv
Rara y frágil corrida de más movilidad que poder. Entregado, firme e inteligente Abellán, Inagotable El Fandi con lote deslucido. Escribano, distinguido y valeroso muletero

LOS TRES PRIMEROS jandillas –dos con el hierro de Vegahermosa por delante, y un tercero con el de la estrella- salieron flojos, frágiles y quebradizos. No sería por exceso de peso. Fue la corrida más liviana de lo que va de feria, y eso, que no es vicio ni virtud sino una mera razón, hizo que los toros, todos, se movieran mucho a pesar de su delicadeza. El primero, de cabos tan finos como febles, astifino, bajito de agujas –“un zapato”, dicen los taurino-, salió tronchado de una segunda vara apenas señalada. Fue noble y Abellán acertó a asentarlo, tarea nada fácil porque no es sencillo mantener un toro en un alambre y hacerlo peleando contra un viento que revolaba el engaño y descubría al torero al descararse.

En las tablas de esos dos tendidos de sol de la plaza de Madrid donde más se engaña el aire: ahí fue. Cuando el toro empezó a apoyarse en las manos, se oyeron palmas de tango. Por el toro y no por el torero. Abellán estaba a gusto y se notaba. Un pinchazo sin soltar, una estocada y un descabello. A ese toro que abrió el fuego lo recibió Abellán a porta gayola. Y al cuarto de corrida también. Además de la larga afarolada de rigor, Abellán se estiró en lances graciosos a pies juntos.

El segundo, sardo de pinta, entre colín y rabón, se encontró de salida en tablas de sombra y de hinojos a El Fandi: larga cambiada. Y cinco lances magnéticos, calmosos, patente Fandila, el capote parece deslizarse solo, y el toro lo sigue sin rozarlo. Un galleo de El Fandi –visto y no visto, birlibirloque-, una zapatilla perdida en un mal paso, un picotazo y costalada del toro, que amenazaba ruina. Escribano hizo un quite por chicuelinas que pudo haberse ahorrado. El toro estaba dormido y El Fandi tuvo que inventarse no se sabe qué para que se le arrancara. Y se le arrancó. Tres pares de banderillas: un cuarteo en los medios, otro de poder a poder y un socorrido violín -¡socorro…!. Al tercer viaje ya había descarrilado el toro y a las nueve menos cuarto montó El Fandi su infalible espada. Una estocada como un zumbido. Un descabello.

El tercero desarmó a Escribano en el recibo con ayuda de la tracción eólica, apenas cobró en el caballo, escarbó, no se tenía de pie. Tercio de banderillas completo de matador. Sin mayor relieve. Y una faena meritoria –primero por alto, luego no- para sostener en pie al toro sin forzarlo, sino toreando en línea pero reunido y hasta por fuera. Muchos paseos entre tandas. Caprichos del repertorio del toreo sin torear. Manso final del toro: oliscó, escarbó. También castigaron a ese toro con palmas de tango. Los tres espadas brindaron al Rey Juan Carlos la muerte de cada uno de sus primeros toros.

La corrida estaba más menos que más cuando saltó un cuarto jandilla de bellas hechuras. Toro de muchos pies, velocidad extraordinaria. Las embestidas más rápidas, como de bólido, de cuanto va de feria fueron las del sexto de Parladé. Con ese vértigo pudo compararse el son tan disparado de este cuarto jandilla, que, a diferencia de aquél, no resistió tantos esprines sin freno ni tan seguidos. Un toro torrencial, que llegó a sorprender al mismísimo Fandi en un quite por chicuelinas que estuvo a punto de acabar en renuncio.

Abellán se hizo con el toro a pesar de todo: del viento, de la codicia agobiante y rampante, y acentuada por el hecho de no poder el torero salirse de tablas. Tres tandas en redondo de ritmo trepidante, de muletazos no ligados sino enhebrados porque no había manera de soltarse y, sin embargo, templados por abajo. Prodigiosa muñeca. Caliente la gente, como siempre que ataca un toro con tal galope. Y, de pronto, no una calma chicha pero casi, porque tras veinte viajes a revientacalderas, el toro quiso menos, y por la izquierda, mucho menos. Y fue como un jarro de agua fría. Media estocada lagartijera, de gran habilidad. Casi una oreja. El palco contó los pañuelos con calculadora.

Otra vez El Fandi de rodillas en tablas para encajarse sin más con el quinto, más toro que los demás pero peor hecho. El toro apretó de salida, facultades portentosas de El Fandi para andar con él, un derribo, una costalada, cuatro pares de banderillas –el segundo, de poder a poder, antológico- y una faena dictada más por el viento que por el toro o por el propio Fandi, empeñado en seguir la trillada senda  luego de un desafiante arranque de rodillas. Tandas mínimas, el toro flaqueaba, una estocada.

Escribano, a porta gayola para cerrar la fiesta. Un toro jabonero –rara pinta de dos tintas, albahías la capucha y la pechera, colorados lomos y vientre- de mucha culata, lesivamente picado en el espinazo y al ataque hasta que dejó de hacerlo. Doble personalidad, como la de la pinta. Un tercio de banderillas moroso y una faena que, no siendo redonda, fue interesante, mandona, poderosa, competente, bien templada y distinguida. El solo lunar de castigarla a última hora con un rodeo entre pitones y unas mondeñinas inapropiadas. Demasiadas pausas, paseos gratuitos. Y gran detalle: el toro a los medios para cuadrarlo Escribano ahí y tirarse con la espada muy de verdad.

FICHA DE LA CORRIDA
Madrid, 20 may. 13ª de San Isidro. Corrida de la Prensa. El Rey Juan Carlos, en la meseta de toriles y acompañador por Carmen del Riego, presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid. Tarde soleada, fresca y muy ventosa. Más de tres cuartos de plaza.
Cuatro toros de Jandilla (Borja Domecq Solís) y dos -1º y 2º- de Vegahermosa (Borja Domecq Nogueras).
Miguel Abellán, silencio y saludos tras petición. 
El Fandi, palmas y silencio. 
Manuel Escribano, silencio y aplausos.

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