domingo, 19 de octubre de 2014

HOY HACE 43 AÑOS CÉSAR GIRÓN PARTIÓ PARA MARACAY...

  todavía le esperan para decirle lo que en vida no le dijeron, cuánto le quisieron y lo mucho que le admiraron por su grandeza como hombre y torero.

Víctor José López
EL VITO 
 
FUE EN SU MARACAY, DONDE ARRUZA LE CAUTIVÓ DONDE CÉSAR REIVINDICÓ EL TOREO AMERICANO EN TARDE MEMORABLE DEL MANO A MANO CON LUIS MIGUEL

Cuando César Girón venía a Caracas se ufanaba de una
relación secreta que tenía en Maracay. Nunca reveló el nombre de la dama, aunque refería a manera de broma que ella, para asegurarse de que regresaría esa  misma tarde, le retenía un reloj Patek Philippe de platino,  que César apreciaba mucho.
-Es una fiera, si no regreso a tiempo se queda con el Patek.
Aquel 19 de octubre nos vimos brevemente a medio día en el Mario’s. Una tasca que se había convertido en la sede de la tertulia de taurinos, que César  frecuentaba junto con Iván Sánchez.
Apenas calentó  asiento nos dijo que se iba hasta El Portón en El Rosal, donde se reuniría con Julio García Vallenilla, Carlitos García y sus hermanos, Curro y  Efraín.
Curiosamente aquel 19 de octubre se reunieron con César algunas de las personas  más ligadas a su vida. Aquellos por quienes sentía sincero afecto. Fue como si de una despedida se tratara. En ese momento en el Hotel Hilton había una reunión de Marcos Branger, propietario de “Tarapío”, con taurinos portugueses. el ganadero João Pinto Barreiro y el matador de toros Mario Coelho.  Vinieron a Caracas para rematar las negociaciones  de la importación de ganado bravo, habiéndose escogido  por las autoridades venezolanas la finca de Pinto Barreiro, para hacer la Estación Cuarentenaria de acuerdo con las exigencias de Sanidad  Animal Internacional.
Aquel 19 de octubre de 1971, aquella noche, me encontraba en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica. En compañía de mi hermana Milagros y de Francisco Pérez Avendaño escuchamos en la radio del carro a Carlitos González en los comentarios del juego de pelota daba la noticia de un fatal accidente de tránsito en el que había perdido  la vida César Girón.
 Sentí sobre mis hombros que se desplomaba el cielo,  todo el universo, un peso impresionante y aplastante, cuando dijo:
- En la autopista Regional del Centro en La Victoria, se mató César.
De inmediato me fui a la redacción de Meridiano en la Esquina de La Quebradita. Jorge Cahue estaba a  punto de abordar una patrulla para dirigirse al sitio del accidente. Tomé su lugar y junto con el fotógrafo Ennio Perdomo, me trasladé de inmediato hasta el  sitio donde había ocurrido el fatal accidente. El fatal accidente ocurrió a las ocho y media  de la noche, en el kilómetro 73 de la Autopista Regional del Centro.  Justamente, frente a una gran chimenea de un viejo trapiche aragüeño.
César conducía un Volkswagen Carmanggia, rojo y blanco, propiedad de su hermana  Columba. Vencido por el sueño que produce la soledad al conducir  estrelló el auto contra la parte trasera de un camión Ford que viajaba,
muy despacio y casi metido dentro del hombrillo de la carretera, en
la misma dirección que iba Girón. El conductor del camión era el tachirense Parménides Harón Colmenares,  natural de San Cristóbal. Su ayudante nos contó que lo que sintieron fue un gran ruido, y que Chacón al sentir el estruendo detuvo de inmediato el camión. El vehículo
lo conducía muy despacio y por el hombrilo.
Cuando Chacón revisó el  camión encontró a un carro rojo incrustado en la parte trasera.  Parménides, naturalmente, no sabía que se trataba de César, De inmediato  sacó el cuerpo herido y sin conocimiento de un hombre ensangrentado, metido entre el amasijo de hierros torcidos que le abrazaban. Pidió ayuda a los coches que a esa hora transitaban por la autopista, sin tener respuesta. Al rato, luego que pasaron varios autos sin hacer caso a la solicitud de auxilio, se detuvo un auto en el que viajaba Gobernador del estado Portuguesa. Condujo a César Girón  hasta la Emergencia del Hospital Central de Maracay.
Más tarde el gobernador relató que, al llegar al Obelisco, monumento a la entrada de Maracay, sintió que César había dejado de existir. El cadáver de Girón fue recibido por los doctores Jorge Pernía y Henry  Burguera. Pernía nos declararía que no sabía que el muerto era César. Lo supo cuando registraron sus documentos. Burguera indicó en su informe
que la muerte fue casi instantánea, y que se debió al hundimiento de la caja toráxica, en la que recibió un golpe muy fuerte del volante del automóvil. E auto quedó completamente destrozado.
Más tarde, ya en el velatorio, Rafael Felice declaró que se había opuesto a que César se fuera a Maracay.
–Le acompañé junto a mi esposa y su hermano Efraín, hasta el peaje de la autopista en Tazón. Discutimos muy fuerte, pero estaba empeñado en - Ira buscar un reloj que había dejado en Maracay.
Otro de los  argumentos que esgrimía César era que tenía que viajar a Carora, a  la ganadería de Los Aránguez, para seguir sus entrenamientos porque  quería -Estar como una hojilla para las corridas de la Feria de Valencia, de la que era el organizador.
Cuenta Felice que César se  lavó la cara en la caseta de la Guardia Nacional, les dijo hasta luego,  le dio la bendición a Efraín y se marchó.
Felice Castillo se quedó muy preocupado. Cuando consideró que
había transcurrido el tiempo para que hubiera llegado a su casa, llamó a Maracay. El teléfono estaba siempre comunicando. Sonaba ocupado y pensó que era César que había llegado a su casa, Sin embargo insistió, y al fin, cuando pudo comunicarse, una  de las hermanas de César le informó que Girón había muerto.
El miércoles 21 de octubre por la mañana el corazón de  Maracay era un hervidero. El cadáver del gran torero fue llevado a la Gobernación de Aragua. Era el edificio del antiguo Hotel Jardín, donde todo había comenzado aquella  tarde de mayo de 1945 cuando de niño intentó robarle el traje de luces
a Carlos Arruza. Más tarde, su padrino de alternativa.
 Todos sabían que velaban a un venezolano singular, distinto, rebelde, hombre de profundas contradicciones que le llevaron por los mismos caminos al triunfo y al dolor. Siempre protestó el no sentirse reconocido en la inmensidad de su propia verdad.  El cadáver fue paseado por el ruedo de la plaza de toros de La Maestranza  de Maracay. La plaza se llenó de bote en bote, y del pueblo, que  llenó las gradas, surgieron impresionantes expresiones de dolor, que  calaron muy hondo en todos los presentes.
Había vivido como murió, entre el vértigo y la ilusión.



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