Información y Opinión Taurina de Venezuela para el Mundo, por el periodista y crítico taurino venezolano Víctor José López "EL VITO"
domingo, 19 de junio de 2011
CÉSAR GIRÓN Cuarenta años después
Carlos Maldonado-Bourgoin
César tu recuerdo queda. Tu ejemplo, tu presencia. Tu caminar suficiente y brazo altanero son parte de la vida e historia patrias.
Zar en las solitarias estepas de la torería. César entre los césares mandones de temple y dignidad. Girón, un Girón entero, no hecho jirones como la desprovista y dolida Venezuela de hoy. César Girón Díaz sustantivo y singular paradigma del gentilicio venezolano. A su recuerdo van estas líneas que son voces anónimas llenas de resonante y colectivo afecto.
César Antonio Girón Díaz (1933-1971) es de las grandes figuras hispanoamericanas en la Fiesta Nacional española junto a los mexicanos Rodolfo Gaona, Fermín Espinoza “Armillita”, Silverio Pérez y Carlos Arruza. Ningún torero de escalafón que no fuese español apretó tanto y comprometió tanto como Girón en su tiempo. Él se permitió dar la alternativa a dos de sus hermanos en la Monumental de Barcelona, a Rafael y a Curro, el 27/09/1956. Ello provocaría el veto de la Asociación de Matadores de Toros de España para los toreros venezolanos, similar al impuesto a los mejicanos por la dura competencia que daba Gaona a los peninsulares de su tiempo.
Las hazañas de Girón en todos los ruedo del mundo no tienen parangón. “Único en cortar dos rabos en la Feria de Abril sevillana, en repetir en Córdoba con el Trofeo Manolete. Y la afición limeña le concedió el inusual galardón de la pata; la Monumental de Madrid y de México abrieron la puerta grande”. (Pepe Cabello, El Universal).
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Remembranzas
El cerco de muerte, el anillo de arena y bermellón impactó definitivamente los primeros pasos de mi vida. Tiempo que fue puntual, cuando vimos a un humilde novillero que fue a buscar suerte, sitio y destino a Hispania. A poco, los teletipos de las agencias noticiosas calentaban las líneas con el rosario de apéndices cortados por el novel torero hispanoamericano. Los titulares en la prensa hablaban del torero criollo. Vistiera de seda u oro por el modesto capital económico con el que fue a hacer campaña, un Girón avasallante se imponía en las tardes y pocas mañanas de toros con la más diversa clase de encierros que no frustraban su deseo de triunfar. El venezolano podía con todo lo que le echaban.
Pater familiae, César Girón fundó la dinastía de los Girones. Su casta y genio le permitió distinguirse como cabeza de familia. Buen hermano, buen compañero en la plaza, César Girón dejó la pisada de sus zapatillas, de hombría y altas condiciones, en las arenas de la vida. Su humor y arranques de temperamento le crearon admiradores y enemigos. Pero, por encima de contingencias y anécdotas, estaba el ser templado en la fragua de la existencia penosa de un hogar humilde. Uno de sus grandes amigos, el Dr. Gustavo Jaén, llegó a preguntarse lo siguiente: “Sería interesante saber cómo estalló en el espíritu infantil de César la voluntad indeclinable de ser alguien. De ubicar exactamente el momento de su rebeldía”. Seguros han de ser, los misterios de la genética con las reservas que crea la autoestima, que irguieron a este ser por encima del común de los mortales.
Muchas fueron sus tardes de gloria, igual las de angustia y depresión. Muy particularmente quedan en mi memoria de aficionado la despedida en el Nuevo Circo de Caracas y las dos últimas faenas en la Monumental de Valencia con motivo del Sesquicentenario de la Batalla de Carabobo. Vestido de manzana y oro hizo su último paseíllo al lado de Antonio Bienvenida y Luis Miguel Dominguín para cortar cuatro orejas y salir por la puerta grande. Por el umbral de los Campos Elíseos salió César Girón, bajo los compases del Himno Nacional y del Alma Llanera. Un venezolano, el entonces Presidente Rafael Caldera, con visible emoción le abrazó en la celebración de la efemérides gloriosa carabobeña.
Quien escribe cursando estudios universitarios en Bogotá fui enterado del accidente de tránsito sufrido en Maracay por el Maestro. Preparaba él la Corrida de los Notables (matadores de toros y ganaderías). No hay vez que pase por el sitio donde sucedió el trágico final de César Girón por choque en vía a la Victoria en 1971, que no le evoque como expresión y ejemplo de la venezolanidad.
Madrid fue el bastión en que quedó cumplida mi definitiva admiración por César Girón. En la Monumental de las Ventas se conservan piezas de museo de la dinastía torera, particularmente del cabeza de familia y genial torero, César nacido en la caraqueña Roca Tarpeya, luego formado en Maracay.
Bajo los frondosos árboles de esta armónica ciudad jardín y con el Foro para encuentro de la afición taurina estimulado por los hermanos Vicente y Florencio Gómez hijos del Benemérito Juan Vicente Gómez, creció el que será figura del escalafón de la torería mundial. La Maestraza de Maracay, rebautizada hoy “César Girón”, construida bajo las directrices del arquitecto Carlos Raúl Villanueva, fue el escenario que contribuyó a fomentar en César el propósito de hacerse torero con “T” mayúscula. No pocas fueron las grandes tardes y de drama que protagonizaron en el coso maracayero figuras de la talla de Manolete, Arruza y donde luego César y sus hermanos, Luis Miguel Dominguín, Joselito Torres, Joselito Huerta, Pepe Cáceres rindieron su arte, sapiencia y valor.
Justo allí, en la Maestraza de Maracay, fue llevada la obra póstuma del escultor de la hispanoamericanidad Emilio Laíz Campos, titulada la Girondina. Como trabajador de la cultura, en la Embajada venezolana en España, me correspondió la gratísima tarea de supervisar todo el proceso de ejecución y fundición de las dos partes de la obra: César dando inicio al derechazo largo que adaptaría el patronímico de girondina, y un inmenso toro cinqueño que Emilio el escultor llamó con humor y cierta picardía Presumido por lo bien dotado que estaba el burel en todos los sentidos. Laíz Campos lamentablemente tuvo una fuerte dolencia de la que nunca se recuperó y lo llevó a la tumba. El Monumento a Girón realizado totalmente en los talleres de Codina Hermanos, en Madrid, estaba listo para atravesar el Atlántico. Un maracayero de pura cepa, el Dr. Taylarhdat y quien esto escribe, dimos el aval para que conjunto escultórico iniciase su recorrido final hasta tierra firme venezolana.
Al remembrar a este paradigma de rebeldía y dignidad hispanoamericana. Al recordar a este Zar de la torería, al césar entre los césares, a César Girón en el bronce sólo queda la disposición y el espacio escuchar las voces resonantes de los poetas que al alimón terciaron en fino verso De nube y de bronce.
Bajo soles y lunas
de su natal Caracas,
en el Valle del Ávila
con montera de bronce
y gesto torero
que no borra la muerte,
César Girón hace el paseo
fuera de la plaza.
Fue en la oportunidad en la que la estatua de pie de César Girón de Emilio Laíz Campos fue sacada del interior de la plaza de toros y se colocó justo al frente del Nuevo Circo de Caracas, el 19/03/1972. El poeta Luis Pastori dijo en la ocasión: “Esta estatua permanecerá en vigilia, cuidando siempre al torero que la habita con toda su gloria y su pasión por Venezuela”.
Víctor José López “Vito” publicó en 1979 su libro “Yo Girón”, trabajo biográfico escrito en primera persona que cala en lo más hondo de la personalidad del torero. Cuatro años más tarde “Vito” publica Fragua de Toreros, libro Homenaje de la Gobernación del Estado Aragua a la plaza de toros “César Girón” en el Cincuentenario de su Fundación, 1983. Con agudo análisis el autor se abre de capas en el capítulo IV César Girón diciendo: “La contrastada figura taurina de César Girón fue, en cierto sentido, espejo del carácter nacional”.
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