MEDELLÍN:LA REVOLUCIÓN DE LOS CLAVELES

El Cid y los toros de Dosgutiérrez se unieron en simbiosis explosiva en emociones, que han provocado la creación de uno de los capítulos más importantes en la historia del toreo antioqueño en La Macarena de Medellín
Manuel de Jesús El Cid, recoge el tributo floral de un público enamorado de su toreo, subimación a la que llegó gracias a las bondades de los toros manizaletas del encaste de Miguel Gutiérrez

EL VITO
PLaza de Toros La cacanera
Medellín, Colombia
Sábado 19 de febrero de 2011
ENVIADO ESPECIAL



A pocos metros de La Macarena de Medellín, dispuestos a la agresión, preparados para la batalla con sus pelos puntiagudos, piercings atravesándoles los labios, orejas y arcos superciliares se reúnen grupos violentos que se autocalifican de “animalistas”; mientras, bajo las arcadas a los accesos a la Plaza de Toros La Macarena de Medellín, Colombia, los porteros que controlan las puertas de la arena obsequian a las damas claveles reventones, flores bermejas de Antioquia, para celebrar la más hermosa de las fiestas …
Fue hace unos días en tarde, la del sábado 19 de febrero en la que los bien criados y muy hermosos toros del encaste de Dosgutiérrez, creación del ganadero Miguel Gutiérrez, formaron un revuelo con la mezcla de nobleza y de bravura que ha logrado equilibrar el alquimista ganadero colombiano.
Fue la tarde de la Revolución de los Claveles, la que con las flores del toreo con los nombres de Vinagrero, Timoneo, Fosforito, Talabartero…, se convirtieron cañonazos florales, estruendos de paz y de belleza, para abrir de par en par la Puerta de San Juan al gran torero sevillano Manuel de Jesús “El Cid”, y derrotar las expresiones hipócritas a los rabiosos mercenarios de un animalismo mal entendido que, obedientes a la mano que les compra sus acciones, intentaban impedir la celebración del festejo.
El Cid realizó las faenas de su vida en suelo americano, confirmándose ante un público efervescente, entregado, apasionado con las faenas de perfecta ejecución, tanto con el capote, la muleta y la espada con la que llenó de gloriosa muerte al muy noble y bravo Timonero, o le abrió la compuerta para viva regando vida en el campo bravo al incomparable Talabartero.
Fue aquella tarde, la tarde del sábado 19 de febrero en La Macarena de Medellín, mi primera visita a tan hermosa ciudad.
Fue en el cartel de la séptima corrida de feria, en tarde en la que se cortaron cinco orejas y un rabo, dos de ellas, como también el rabo, simbólicas del toro Talabartero, digna y muy justamente indultado tras faena vibrante y emotiva de El Cid.
Acompañaron al forjador de la histórica gesta un torero necesitado de triunfo, Víctor Puerto, al que no se le vieron la ganas de salir del arrinconamiento en el que se ha metido, y el colombiano Luis Bolívar que perdió el tiempo y no compró boleto en este carrusel de emociones que significó el magnífico encierro enviado a la capital antioqueña con el ganadero manizaleta Miguel Gutiérrez.
Con batallas como esta, libradas con las flores del toreo, la guerra ante los animalistas ha de convertirse en la Revolución de los Claveles


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